Bosque...

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jueves, 28 de abril de 2016

"Los nombres del fuego", de Fernando.

Hay libros que, en cierta manera, te hablan, te susurran y te alimentan la mente. Libros que detienen el tiempo y las prisas del día a día y te instan a que les dediques esos minutos de tiempo que no eres consciente de poseer. Libros que, si pudieras, te llevarías a la ducha o al coche camino al trabajo para calmar la sed de pasar la página. En mi caso, podría citar unos cuantos que me han provocado esas sensaciones... pero quiero detenerme en el último de ellos, la última novela de Fernando J. López, que lleva por título "Los nombres del fuego". De "Los nombres del fuego", yo diría que es una novela para jovenes de 10 a 120 años (no, no es una errata), para gente que vive la vida con ojos brillantes, que se sale de los estereotipos que nos pretenden imponer y trabaja y lucha por sus sueños. Como Xalaquia. Como esa Abril que enamora con su carisma y su forma, tan real y tan cercana, de vivir y sentir la vida. Fernando J. López consigue una mezcla mágica entre dos épocas y lugares tan dispares entrelazando brillantemente las dos historias con un ritmo ágil y una escritura impecable que te lleva en un suspiro del inicio al fin de la novela. Poco más puedo decir sin caer en spoilers, así que simplemente os dejo mi total recomendación para leer esta novela y el resto de la obra de este brillante escritor (uno de los más destacados y sin duda el más versátil del panorama español actual) y magnífica persona. 




A continuación os dejo la sinopsis:

Abril y Xalaquia tienen mucho en común.
Las dos acaban de cumplir dieciséis años.
Las dos quieren ser dueñas de su futuro.
Y las dos están a punto de ver cómo su vida cambia para siempre.
Solo las separa el tiempo y el espacio: del Tenochtitlán del siglo XVI al Madrid del siglo XXI. Dos mundos en los que ambas se verán obligadas a emprender, en compañía de sus amigos, un arriesgado viaje. Dos recorridos a través de la magia y el misterio que comparten un mismo y último interrogante, el de la identidad.
Y es que quizá la respuesta tenga que ver con la verdad oculta tras sus nombres. O con la necesidad que sienten Abril y Xalaquia de incendiar el cielo con sus ganas de ser. De serlo todo… Y de serlo ahora.

Nota: "Los nombres del fuego" está publicado por la editorial Loqueleo y podéis encontrarlo en cualquier librería con dos dedos de frente :)

viernes, 1 de abril de 2016

De versos y concursos (Mi último aliento)

No soy yo mucho de participar en concursos literarios ni suelo prodigarme a escribir poemas, al menos en este siglo, pero a raíz de una sugerencia de una gran amiga y a una frase inspiradora, me decidí a participar en el premio internacional de poesía Jaime Gil de Biedma, en Nava de la Asunción. Obviamente no gané, pero aquí os dejo el poema que llevé, inspirado en la vida y en historias y personajes que tengo en la mente, pendientes de ser escritos cuando el tiempo y la inspiración lo permitan.


Mi último aliento
Ya no cuento con vivir,
he perdido la batalla.
Mi tiempo llega a su fin.
De mí, ya no queda nada.
Luna soy de lo que fui,
piel y huesos, la tez blanca.
Aquella sombra de allí
es la parca que me aguarda.
Ya no cuento con sentir
esos besos que anunciabas
cuando me acercaba a ti
a través de la pantalla.
¡Vida! ¡déjame morir!
A través de estas palabras
que tu mente hace fluir
como mías, disfrazadas...
Lamento dejarte así,
en silencio, tan callada,
pues la quimio que sufrí
me dejó sin luz al alba.
Poco más puede decir
esta chica enamorada,
gracias por estar aquí,
por tus sonrisas robadas.
Si tu piel yo merecí,
haya un dios que a mí te traiga,
cuando debas de partir,
inerte de cuerpo, el alma.
Sin rima exhalo por fin
mi último aliento.


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La sorprendente ganadora del certamen fue una chica de quince años, Amanda San Román Sastre, que encandiló al jurado con su "Elegía a Germán, el Tiñoso". Aquí os la muestro a continuación, sacada del PDF publicado en la web del ayuntamiento de Nava de la asunción.

Elegía a Germán, el Tiñoso

El Tiñoso ha muerto.
El Tiñoso ha muerto, padre...
No llores por él, Mochuelín,
que cedió Germán su cabecita
de hueso calvo a la baba
del caracol, al tordo, a la perdiz,
al sabor de una cicatriz,
a la poza cantora,
a la vía del ferrocarril...


Murió el Tiñoso en edad
de morir con años perrunos,
murió el Tiñoso en ríspida
valentía tras el tonto de agua infeliz.
¿Por qué, culebrilla,
no sucumbiste tú a la tierra
desgranada, gusarapo, muerte,
en vez de dejar que sea Germán
quien torne polvo y caliza
y huela madera y húmedo,
y cerrada oscuridad?
Ay, mal bicho, pero ¿qué hiciste
con las manitas pálidas,
nariz macilenta,
con el jilguero, con el destierro
del mundo, con el lamento,
con los borbotones del tañido
seco, desgraciado y regular..?
Tú dejaste que él pisara fría eternidad
en forma de nada.

El Tiñoso ha muerto...
Llora la Guindilla, llora Quino, llora Daniel.
Llora Rita, llora Andrés, llora Don José.
Llora Roque, llora Uca-uca,
lloro yo, llora todo ser.

Si el valle te dio dulce
ambrosía en tus largos días,
te quiso dar también traición,
alevoso pie, sobre los pérfidos líquenes
de ultramar. De pecho en pecho,
no hay muralla, no hay seguro,
no hay soga diurna allegada
a tu cintura. Tampoco había yerro.

Ahora dormirás la noche más larga
en tu vieja cabaña
sede del hueso oscuro y
el olvido polvoriento
y tibio, solo Germán...