El préstamo
Todo empieza como una pequeña gracia. Es la hora de la siesta y hace un calor sofocante en casa. Le estoy dando tanto al botijo que a ese paso se me van a quedar unos bíceps que ni Nadal. A casi cuarenta grados y la nevera rota. La cuenta en números rojos, imposible reparar nada. Vaya ruina de día. Menos mal que tengo aquel horrible botijo que me habían regalado mis padres a la vuelta de su viaje por los pueblos manchegos. Un botijo, sí. Ya me podían haber traído un buen queso o una camiseta de Don Quijote enfrentándose a Drogon. No, me tenían que traer un cacho de arcilla de casi dos kilos de peso. Porque nunca se sabe, me decía mi madre. Que un día te trae un botijo, otro un barremigas o un plato decorativo. Joder, mamá, tupper de croquetas ya, por dios. Que yo el pragmatismo lo tengo en el estómago, ¿acaso no se nota? En fin. Un botijo. Y ahora que ella no nos oye, bendito botijo. Tuve que trepar por medio trastero saltando maletas, carros y trastos que no recordaba haber poseído jamás, pero por fin lo encontré, en el lugar más recóndito. Lleno de polvo, pero con porte, muy digno. Un señor botijo. Don botijo, si no le importa. Que me va a importar, caballero, siempre que me refresque usted el gaznate. Ay, vaya delirio. Hablando mentalmente con un botijo. Retornemos al principio....
Todo empieza como una pequeña gracia. Acabo de refrescarme gracias al agua fresca de mi espléndido botijo y estoy mirando Twitter a la espera de algo interesante que encienda mi abotargada mente. A la desesperada, entro en el chat de mi equipo de escritura a mendigar alguna idea. Nunca se sabe, los descartes de unos pueden ser los destellos de otros. Ocurre constantemente. Así que lanzo la pregunta:
—¿Algún alma caritativa me presta alguna idea?
Ninguna respuesta a la vista… tendré que pensar en alg… un momento. Uno, dos, cinco, ¡once! pensamientos casi simultáneos me invaden la mente. Menuda tormenta. Quedo impresionado por la fuerza del conjunto. ¿Qué narices ha sido eso? Le doy otro lingotazo al botijo para refrescar mi mente, sin duda se está viendo afectada por el calor. Carpe Diem, señor mago. Otra vez Él. Usted deme de beber y déjeme en paz, cacho de arcilla con asa. Don Cacho para usted, ya le dije. Me ha salido respondón el cacharro…
Dejo el botijo a un lado y abro el portátil. La hoja en blanco ya no me produce esa sensación de vacío. En mi mente aparecen zombis, amores épicos, norias, doctores, Harry Potter, el demonio y muchos botijos diabólicos. Miro al botijo y escucho en mi mente un “¿qué podías esperar? ¡Esto es el Origi!” Creo que debería de echarme una siesta y devolver ese botijo al fondo del trastero… Venga va, razona un poco, Raúl, no existen los botijos endemoniados, es solo que tienes que dormir un poco más.
Me preocupa un poco lo de las voces en mi cabeza, pero tampoco puedo decir que sea algo nuevo, soy mucho de discutir conmigo mismo desde varios puntos de vista… ¿un demonio en el botijo? Paparruchas. La explicación más sencilla suele ser la verdadera. La navaja de Ockham, ¿no? Pues eso, he de disfrutar de mi gran día de inspiración.
Transcurren varios días y mis ideas resultan un éxito. Para lo que soy yo, quiero decir. Mi blog empieza a acumular seguidores, llegando a acercarse a los cien en poco tiempo y duplico los seguidores en twitter, ¡casi trescientos!. A muchos os parecerá una nimiedad, pero a mí me parece mágico e imposible. Además, soy el alma del chat de escritura, un oasis en medio de una sequía de creatividad. Veo a las jefas un poco preocupadas, intentando motivar a las huestes de la mejor manera, como siempre. Son adorables. Todo el mundo comenta que no es capaz de retener una sola idea en su cabeza. Este mes, solo hemos cumplido con nuestra tarea las jefas y yo. Empiezo a reflexionar sobre este hecho singular. ¿Qué habrá ocurrido? Algo totalmente loco y estúpido se cruza por mi mente. Cierro el portátil y miro la hora. Es medianoche y los vecinos siguen dando guerra con sus putos bafles. Los graves hacen que retumbe el salón. Agarro el botijo, lo relleno un poco y salgo al descansillo.
Ensayando mi mejor sonrisa, aporreó su puerta y llamo un par de veces al timbre. Me apetece arriesgar. El vecino me recibe un poco contrariado, atándose la bata con cara de circunstancias. Parece que he interrumpido el comienzo de algo especial… Me observa de arriba a abajo, supongo que sorprendido por verme en pijama con un botijo en la mano a esas horas. Antes de que pueda decir nada, le doy un rápido trago al botijo y le cuento que estoy atascado en una historia en la que un hombre convence a sus vecinos para que se suiciden al alba, que si me puede dar una idea. Me mira como quien mira un loco y se disculpa diciendo que no y que es tarde. Creo que me tiene miedo o algo, no sé.
A la mañana siguiente me despiertan los gritos de Isabel, la vecina de arriba. ¡Los chicos se han lanzado al vacío y han muerto! Hay un revuelo importante en el vecindario. La policía me pregunta y les cuento acerca de nuestro último encuentro en el descansillo, confirmando a la policía que yo los había visto bien de ánimo y que apenas se les oía discutir.
Guau, ¿había funcionado? ¡había funcionado! A partir de ahí, lo veo claro. Mi vida va a cambiar definitivamente. Dejo el trabajo y fundo mi propia compañía, BTJ Corporation (Best Trade Jobs según la empresa y mi asesor financiero, Bo-Ti-Jo para el que suscribe) y en pocos meses subo como la espuma. La clave del éxito de la empresa es la atracción de talento. Talento que no llego a contratar, pues tras absorber sus mejores ideas no les queda nada. Me siento como un parásito, pero un parásito pleno y feliz. Esto es mejor que una lámpara maravillosa. Me siento capaz de todo, salvo de parar. Se me ocurren ideas algo tenebrosas. De pequeño soñaba con eliminar a la gente mala con el dedo. Luego vendrían Dexter, Death Note y Thanos. Hay demasiada gente en el mundo. Mucha de ella gente mala y cruel. Y está en mi mano solucionarlo. Pero, ¿cómo hacerlo? Pienso en eliminar a todos a los que les guste la tortilla con cebolla. ¿Qué puede tener de bueno la cebolla? Pero eso implica cargarme a mis padres y la verdad es que no se lo merecen. ¿Qué criterio usar? No tardo mucho en dar con el plan. Contacto con la BBC y en unos meses han preparado la megaserie definitiva sobre el Mundodisco de Terry Pratchett. Amazon, Netflix y HBO compran sus derechos, tras sendas llamadas sugerentes.
Se prevé una audiencia mundial de unos diez millones de espectadores. Parece algo escaso pero tendrá que valer. Preparo toda la parafernalia y me encargo de enviar las máscaras conmemorativas por todo el mundo. Una máscara de gas con barba de Rincewind. He pasado de ser el genio loco del botijo al excéntrico loco por Pratchett.
Llega el momento del estreno. Comienza la serie con un ritmo frénetico, buen gusto, fantasía y humor inteligente. Hasta lo que queda de los Monty Python ha querido colaborar. Felicidad completa. En el minuto treinta y dos la emisión se corta. Se muestran unos rótulos llamativos que imploran que nos mantengamos enganchados a la pantalla si apreciamos nuestras vidas. Aparece un pato en pantalla que se dirige al público. Está subtitulado en cada idioma, porque el pato solo grazna. Está claro que se trata de un mensaje de vida o muerte, ¿si no por qué lo daría un pato? El mensaje deja claro que es el momento de abrir las máscaras y ponérselas para poder seguir viendo el resto del capítulo. Aparece una cuenta atrás de tres minutos. La gente colabora, divertida, en su mayoría. Siempre hay alguno que no hace caso o unos miles de millones que ignoran la existencia de la serie. Así es la vida. En el minuto treinta y siete se inicia la operación pato al horno. Simultáneamente, por todo el mundo, comienza a dispersarse un gas letal que nadie percibe hasta que es demasiado tarde. Uff, qué paz. Me siento mucho mejor. El gas es de rápida actuación y tan pronto actúa como se va. En el minuto cincuenta vuelve a aparecer el pato para decir que ya nos podemos quitar las máscaras. Hay gente que grita. No sé si no les ha gustado el capítulo o igual les daba alergia la barba postiza de la máscara. En fin, no se puede gustar a todo el mundo.
Entro al chat del Origireto. Parece que está todo el mundo. Me alegra de haberles convencido para que vieran el especial de Pratchett, creo que ha valido mucho la pena. El ambiente sigue raruno en el chat, la gente apenas si dice algo y cuando lo dice parece que lo hagan con temor. Pratchett es trending topic mundial en Twitter. Guau. Me asomo por la ventana y veo que las carreteras son un desaguisado. Mañana habrá que limpiar a fondo.
Solo espero que haya algún jurado del Nobel de literatura vivo, tengo varias novelas cojonudas que creo que se merecen la distinción. Cuántos sueños hechos realidad.
Le he puesto un vestido de novia diminuto a mi botijo y le estoy haciendo unas fotos cuquísimas para instagram. El demonio que hay en él protesta un poco al principio, pero acaba uniéndose a la fiesta. Es un exhibicionista y no puede negarlo. Nos sentimos los reyes del mundo. Pienso tallarle una mano en su arcilla para que conste su cargo, no hay mejor asesor.
Dracarys...
Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2019.
Objetivo: 1.: Haz que el protagonista principal del relato sea un botijo o un objeto maldito (o ambas), o que la historia se centre en él.
Objetos ocultos: nº21 Un demonio y nº26 un vestido de novia
Milpalabrista: 1652 palabras
Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras, @stiby2 y @musajue:
http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html
o en
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html
Aquí la pegatina. Más tarde subo el micro y las medallas.