Una cita peculiar.
Odio las citas a ciegas. Me ponen muy nervioso, no puedo evitarlo. Que no
es que vaya teniendo yo citas a ciegas todos los días, al fin y al cabo, después
de veinte años de relación ya ni me acuerdo de lo que es una cita. Mi autoestima
está al nivel de las alcantarillas y con la ansiedad de estos últimos meses me
ha sido imposible quitarme esta barriga que tanto rechazo provoca. Porque es
así, no me lo neguéis. Por lo general, a las mujeres las barrigas les dan
cierto repelús. Que sí, que puedo tener unos ojos muy bonitos y ser casi mono
de lejos, pero cuando me pongo de perfil la cosa cambia, sobre todo al
contraste con estos brazos y piernas tan flacuchos. Y eso que ahora parece que
estoy embarazado solo de ocho meses gracias a haber dejado los refrescos, hace
un par de meses en el autobús más de uno hubiera dudado en cederme el asiento…
El caso es que, a raíz de mi separación hace unos meses, mis compañeras de
trabajo me han liado para que me arregle y vaya a cenar, así que voy a poner
todo de mi parte. Al fin y al cabo, de tanto ver First Dates algo se me habrá
quedado, ¿verdad? Como lo de no elegir nunca comidas que impliquen sorber, tipo
sopa o pasta, que bastante difícil es guardar la compostura ya. Y escuchar cada
palabra que me digan con atención. Y que fluya la conversación. Uff, son tantas
cosas… Menos mal que me las he apuntado en la muñeca. Son las ocho y media de
la tarde y por la puerta del restaurante no aparece nadie. Lo estoy viendo, me
va a dar plantón, qué mal rollo… Odio la impuntualidad. Miro el reloj, las
nueve menos cuarto y aquí sigue sin llegar nadie. Qué calor, tenía que haber
entrado dentro y esperarla en la mesa, pero si no viene qué vergüenza. Las
nueve menos cinco, le doy diez minutos máximo y me voy, seguro que me ha visto
y ha salido corriendo. No, no puede ser, hoy tengo la cara guapa y llevo diez
minutos metiendo tripa por si acaso. Como no llegue pronto me van a tener que
enchufar oxígeno.
Por ahí llega una chica sola, ¿será ella? Noto como me mira de arriba abajo,
debería preguntarle si es ella con mi mejor sonrisa, ¿no? Además, es
condenadamente guapa. Uff, deseadme suerte, allá voy. Me acerco a ella y le
pregunto:
–Ehh, hola, perdona, ¿eres María?
La chica me aparta con la mano y se aleja corriendo mientras grita.
–¡La bragueta, cerdo!
Joder, no puede ser. Efectivamente, está el pajarito a punto de asomar,
madre de dios. Si hubiera un agujero en el suelo metería la cabeza como un
avestruz. Miro a un lado y a otro y discretamente me subo la bragueta. Ufff,
parece que me he librado.
Se acerca otra chica con aire despreocupado y se para delante de mí.
Nervios.
–¡Hola ojazos! ¿Cenamos?
Vale, me he enamorado. Vaya bloqueo más tonto. Cinco, diez segundos de
silencio. Ah, ¡la muñeca! Me miro la chuleta y me doy cuenta de que está todo
emborronada. Solo soy capaz de leer dos besos. Por fin reacciono, le pido
perdón por mi ausencia causada por los nervios y me dirijo a darle dos besos.
Coño, ¿qué lado va primero? Ufff, comodín del cincuenta por ciento, a lo
Sobera. Veo como se acerca y decido ir a por la derecha. Mierda. Same side. Han
tocado bingo a la primera, qué vergüenza. Me entra un ligero escalofrío al
rozar sus labios con los míos de esa forma tan inesperada y accidental. La miro
y la veo carcajearse. Bien, todo en orden. Creo que la amo.
Entramos en el restaurante y nos sientan en una mesa junto al baño. Le
agradezco el detalle al camarero y sutilmente le deslizo un billete al camarero
para ver si nos puede mejorar la ubicación. El camarero me mira sorprendido y
me devuelve el billete indicando que él va a trabajar en moto y que no necesita
metrobús, pero que si preferimos una mesa junto a la ventana hay una disponible
también.
María me mira ojiplática. Creo que la he impresionado con mi iniciativa.
Nos sentamos junto a la ventana y sonrío ante la posibilidad de poder cenar con
unas buenas vistas. LA cuestión es que la ventana da a la zona de servicio y
las vistas se dividen en cubo naranja, cubo amarillo y cubo azul. Le comento a
María que es una vergüenza que no tengan cubo verde. Que no se diga que no saco
conversación.
Empezamos a hablar amistosamente y a contarnos la vida. María es una
pasada. Vive de aventura en aventura e irradia una energía de la que es fácil
encandilarse. Yo le cuento mis batallas con los pañales de mi hijo y me cuido
de hablarle de relaciones anteriores, ya que eso me lo había anotado en la otra
muñeca con la que no me había secado el sudor. María descubre el pastel y se
parte de risa. Creo que está pasando un buen rato, al menos. Me traen la carta
y no entiendo nada, está en francés, pero me da vergüenza decírselo al
camarero. La de María está bien, así que espero a que pida para pedir lo mismo.
¡Mierda! ¡Sopa y pescado! Me la juego a la grande y elijo dos platos al azar
del menú que me gustan como suenan. El camarero me mira extrañado y toma nota.
Intuyo que después de cenar me tocará pasarme por el Burger King.
Mientras aguardamos a que llegue la comida María mira a su alrededor y
parece nerviosa. Le preguntó el motivo y me manda callar discretamente a la par
que me coge las manos en gesto cariñoso. No entiendo nada, pero reconforta, así
que le devuelvo el gesto y le hago cosquillas en los antebrazos. De repente
noto una patada en la espinilla, ¡ouch! Veo cómo me mira con reproche y me
susurra que tampoco me pase. No entiendo nada.
Nos traen la comida y respiro aliviado por no haber pedido la sopa. Es un
mar de caldo con tropezones aislados que el maitre llamá Croutons de nosecuá.
En cuanto a mis platos, parece ser que he pedido repollo e hígado encebollado
de segundo. Pido más pan, esta noche no ceno… Jugueteo con los cubiertos
moviendo la comida de un lado a otro para disimular haciendo ver que no tengo
apetito mientras me trago toda la bandeja de panecillos que trae el camarero. María
me llama Triki y me da palmaditas en la tripa de forma amistosa mientras mira a
la mesa de al lado. No entiendo nada, pero la verdad es que no paro de sonreír.
Terminamos de cenar y el individuo de la mesa de al lado mira a María y se
empieza a carcajear. Oigo algo así como que ha caído muy bajo. Escuche señor,
que yo mido metro ochenta, le diría si no fuera un madelman de casi dos metros.
Bueno, que se lo diría igualmente si no fuera un caballero educado que no
quiere llamar la atención en un restaurante. María le hace una mueca y me
agarra del brazo para darme el morreo de mi vida. Joder, son treinta segundos
de humedad, lenguas que chocan, electricidad estática y escalofríos. Lo último
parecido a eso que había visto o experimentado había sido jugando al videojuego
de The Witcher 3. Sí, reconozco que tengo que salir más…
Cinco minutos después abro los ojos y veo al camarero dándome bofetadas
mientras María me mira, blanca de la vergüenza. No hay ni rastro del madelman
de la otra mesa, que entiendo que sería algún ex suyo.
Agradezco al camarero sus clases de artes marciales mixtas gratuitas con una
buena propina, un cupón de tres meses gratis de netflix que le deslizo en el
bolsillo de su chaqueta. A continuación, María me coge de la mano y salimos
fuera a que nos dé el aire.
Intuyo que no repetiremos, después del espectáculo… Le agradezco su
compañía y la luz que me ha aportado y le indico la buena impresión que me ha
causado, atenuando la cuestión de que estoy seguro de que sería la mujer de mi
vida, que al parecer eso asusta.
Ella sonríe, me da un beso en la mejilla y se va con el mismo andar
despreocupado con el que llego.
Mañana en el trabajo tengo mucho que hablar con mis compañeras.
Mañana ya es hoy, me despierta la alarma del móvil con su cotidiano “Viva
la Vida” de Coldplay que ilumina mi sonrisa cada despertar. Al parar la alarma
veo que tengo un whatsapp de un número desconocido. Dice lo siguiente.
“Querido Rubén. Imagino que estarás leyendo esto aún con el pijama y las
legañas puestas, mientras te rascas tus zonas nobles y bostezas. Lo estoy
visualizando. La cita de ayer fue un completo desastre. Suelo ser muy puntual,
pero me gusta llegar antes y observar a la gente con la que quedo para hacerme
una idea de cómo será la cita. Y enseguida descubrí que contigo sería especial.
Estuviste un buen rato con la bragueta abierta (por favor, cómprate
calzoncillos bóxer cerrados para que no se asome el pajarito) hasta que aquella
pobre chica, a la que te acercaste como un terrorista a un autobús, te puso en
evidencia. Reconozco que desde el primer momento me resultaste adorable. Y supe
que esa noche sería especial. Me encantó tu mezcla de torpeza y delicadeza, tu
buena voluntad y tu manera surrealista de salir en los atolladeros en los que
te metías, imagino que fruto de tus nervios. Sé que te gusté y que sentiste lo
que yo en aquel beso accidental y no puedo más que agradecerte que te
prestaras, consciente o inconscientemente a mandar al carajo al creído de mi
ex, el peor error de mi vida. Ayer, por unos segundos, me sentí inmensamente feliz. Sí,
empecé el beso por despecho, lo reconozco, pero hubo un clic que hizo que ese
despecho se convirtiera en fuego, hasta que te desmayaste y me desgarraste
ligeramente el labio con tus dientes, por cierto. Así que tengo una noticia
para ti. Hoy no puedes ir a trabajar. Tendrás que esperar al lunes para
contarle a tus compañeras tu aventura de ayer. Acércate a la puerta a la pata
coja y ábreme. He traído el desayuno… de mañana…“.
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http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html
¡Hola! Pues después de leer tu relato he decir que, salvando las distancias, me recuerda a alguien ese protagonista. No se a quién pero terminaré recordándolo. También me recuerda a una peli, pero mi memoria es evidente que no está actualizada. Eso de la cita desastre pero que a la chica la encanta siempre funciona, pero el final tan redondo no me lo esperaba, tus finales suelen ser mucho más surrealistas que este. Aún con todo me ha parecido un relato muy divertido y sobre todo muy bien escrito, con todas sus comas y acentos en los lugares adecuados. Eso si que es marca de la casa en tu caso.
ResponderEliminarSigue adelante con esa historia, que creo que puede tener un recorrido muy largo.
abrazos
EliminarAlguna coma me comí con las prisas y porque no había cenado nada más que pan... :-P Con respecto al final, no sé el motivo pero me encariñé con el protagonista y no pude evitar darle el mejor final posible.
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ResponderEliminarYa la lié xDDD
EliminarME ENCANTÓ este relato, Kalen. super ameno, entretenido, original y realista. Me encanta el protagonista y como se toma la vida y me encanta que todo termine bien xD Ya te dije por el directo, pero es genial, un abrazote y ánimo con el resto de objetivos ^^
ResponderEliminar.KATTY.