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jueves, 17 de mayo de 2012

El Reloj y la magia de internet...

Hoy me he llevado una gran alegría. He localizado este viejo archivo de otro cuento mío narrado en el programa de radio Cuento Contigo el siglo pasado gracias a la magia de internet y a otras personas que como yo, se pegaban a la radio cada Domingo por la noche para sumergirse en otros mundos y escuchar historias. Gracias otra vez al blog Pillados de la Vida por su labor. En este caso le toca a "El Reloj". Si la quieres escuchar, pulsa sobre el play. También la dejo escrita por si prefieres leer.



El Reloj

El silencio expuso su jaque cuando el reloj dejó de funcionar. Elena comenzó a moverse de un lado a otro de la habitación, angustiada, sudando copiosamente ante lo que se presumía un final aterrador. Quería gritar para romper el eterno silencio que envolvía las paredes de la casa, mas no se atrevía a hacerlo, temiendo que su voz apagara el ligero murmullo de las pisadas del asesino que la acechaba. Elena sentía miedo, el tiempo se había parado para ella. El terror de una muerte cercana le estaba poniendo al borde de la histeria. ¿Sería aquel el fatídico día con el que tanto había soñado? Quizá debía llamar a Rebeca y a Oscar para que vinieran. Con ellos estaría segura. Pero, ¿cómo atreverse a romper la complicidad del silencio con aquella llamada? ¿Y si el asesino aprovechaba el momento para acercarse a ella? Además, no estaba muy segura de que sus amigos la fueran a hacer caso. Últimamente la trataban de una forma diferente, e incluso, en su última visita, Rebeca la había llamado paranoica de forma bastante explícita. No, no podía contar con el teléfono. Tan sólo podía confiar en que la noche cediera su posición al día y aquello se quedara tan solo en un sueño más, como los muchos que había tenido en aquel último mes. Miró a través del ventanal. Contempló la creciente luna y sus relucientes compañeras. Seguro que allí arriba, en el espacio, el silencio sería mucho menos estremecedor.
Quiso cantar, pero no se atrevió. Se dedicó entonces a mirar absorta aquel viejo reloj de pared que ahora marcaba la hora de su eterna oscuridad. Madera de roble, diseño clásico, rematado en oro. Bonito ataúd, pensó tétricamente. Se acurrucó junto al reloj, echa un ovillo sobre la alfombra, esperando a que algo sucediese. Deseó estar paranoica cuando le pareció percibir el levísimo ruido de la cerradura al girar. En la inmensidad del silencio, le pareció como si mil elefantes entraran en tropel. Se quedó gélida por unos momentos, sin reaccionar, mas finalmente se rehizo y se ocultó tras las enormes cortinas azules que decoraban una de las paredes, la pared en la que se encontraba el reloj, que no hacía tic tac. Elena se abstuvo de respirar, mientras escuchaba las sigilosas pisadas del asesino, aproximándose. Después de todo, parecía que ella no estaba
loca. Al fin y al cabo, allí estaba el asesino, preparado para ejecutar. Eso no la consoló.
El asesino examinó la sala en silencio, intentando evitar cualquier detalle que pudiera ser fatal. Se giró y contempló la pared de las grandes cortinas azules. Se acercó a ella, lentamente. Vio el bonito reloj de pared y se detuvo, intrigado. Abrió la pequeña puerta de cristal y giró una pequeña rueda. Entonces el reloj hizo tic tac y quebró el silencio. Jaque Mate.


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