La despedida del fénix...
Hay quien aún se pregunta por qué no regresó aquella vez. Se desmaterializó en silencio, sin su brillo dorado, sin despedirse de sus girasoles ni de la luna. Sus lágrimas nunca sanaron más corazones, ni inspiraron a ilustres poetas, simplemente se evaporaron por el calor estival. Y aquel vacío de versos, ese último vuelo del fénix que nunca sucedió, se convirtió en adobe, fue un vacío moldeado que hizo que retornara la prosa, evocó las leyendas y avivó los torrentes de mi interior, un gran faro que terminó de despertarme.
Hay quien aún se pregunta por qué no volvió a regresar. Yo no. Desde mi felicidad, lo tengo claro. No necesito resucitar, no necesito lágrimas que sanen mi interior. Me quedo con el abrazo de una noche cálida, con las sonrisas que me alimenten y los ojos que me anhelen. Con una voz cálida que me haga estremecer. Me pasé media vida entre sueños y deseo pasar mi otra media entre realidades.
Hasta nunca, mi querido fénix.
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