Sumergida en las profundidades del bosque oscuro, se halla esta mágica posada itinerante... que se alimenta de las palabras y sueños de los que consiguen llegar hasta ella... bienhallado viajero, busca tu lugar junto al fuego y comparte tus pensamientos...
Voy a empezar este post citándome a mí mismo en un post del año pasado, que ya sé que no está muy bien visto y queda raro, pero ea:
"Cuento Contigo fue un programa de radio de M80radio en el cual los
oyentes enviaban sus cuentos al programa y estos eran leídos por la cálida e
inigualable voz de Alicia Sánchez. Yo lo descubrí allá por el año 97 creo yo (o
quizá después, la memoria se pierde entre las dunas...) y creo que estuvo en
antena hasta el verano de 2002... nunca comprenderé por qué lo cortaron, imagino
que la presunta audiencia primó sobre la magia.... El programa era mágico,
Alicia conseguía que durante dos horas te mantuvieras quieto junto a la radio,
escuchando, imaginando cientos de historias diferentes compartidas por unos y
otros..." (Del post "El retorno de Cuento Contigo", 24-3-2011, La Sombra Escondida)
¿Y por qué una web ahora?
Pues bien, tenía esta idea en la cabeza desde hace mucho tiempo. En estos últimos tiempos el blog Pillados de la Vida había sido el nexo de unión para los nostálgicos del programa pero últimamente se encontraba bastante parado y pensé que era un buen momento para brindar a toda la gente la posibilidad de descubrir el programa o simplemente de pasar buenos ratos escuchando cuentos, que tuvieran la posibilidad de hacerlo directamente desde la web de una manera sencilla.
No fue hasta hace una semana que me decidí a ponerme manos a la obra. El detonante, en este caso, fue mi viaje de vuelta en coche desde Castellón, en el que me tiré las 4 horas de viaje escuchando los cuentos que había conseguido encontrar por internet. Y se me pasó volando el viaje. Entre radar y radar fui moldeando mentalmente la web que a mí me gustaría tener y los contenidos básicos que tendría. Y con mucha paciencia y unas cuantas horas surgió la página, seguramente no la mejor diseñada ni la más funcional, ya que por mi desconocimiento de los lenguajes actuales de programación web tengo que partir de plantillas, modulos, widgets, gadgets y cosas raras de esas.
En breve la web superará los 100 cuentos y espero poder recopilar muchos más y que vaya creciendo poco a poco. Para los curiosos, os dejo la dirección:
Aquí os dejo mi última ocurrencia, la versión de Calíope en fotocómic con un toque de humor. Pulsad sobre la portada para ir al documento. Por cierto, Jajajanews is coming...
Hoy me he llevado una gran alegría. He localizado este viejo archivo de otro cuento mío narrado en el programa de radio Cuento Contigo el siglo pasado gracias a la magia de internet y a otras personas que como yo, se pegaban a la radio cada Domingo por la noche para sumergirse en otros mundos y escuchar historias. Gracias otra vez al blog Pillados de la Vida por su labor. En este caso le toca a "El Reloj". Si la quieres escuchar, pulsa sobre el play. También la dejo escrita por si prefieres leer.
El Reloj
El silencio expuso su jaque cuando el reloj dejó de funcionar. Elena comenzó a moverse de un lado a otro de la habitación, angustiada, sudando copiosamente ante lo que se presumía un final aterrador. Quería gritar para romper el eterno silencio que envolvía las paredes de la casa, mas no se atrevía a hacerlo, temiendo que su voz apagara el ligero murmullo de las pisadas del asesino que la acechaba. Elena sentía miedo, el tiempo se había parado para ella. El terror de una muerte cercana le estaba poniendo al borde de la histeria. ¿Sería aquel el fatídico día con el que tanto había soñado? Quizá debía llamar a Rebeca y a Oscar para que vinieran. Con ellos estaría segura. Pero, ¿cómo atreverse a romper la complicidad del silencio con aquella llamada? ¿Y si el asesino aprovechaba el momento para acercarse a ella? Además, no estaba muy segura de que sus amigos la fueran a hacer caso. Últimamente la trataban de una forma diferente, e incluso, en su última visita, Rebeca la había llamado paranoica de forma bastante explícita. No, no podía contar con el teléfono. Tan sólo podía confiar en que la noche cediera su posición al día y aquello se quedara tan solo en un sueño más, como los muchos que había tenido en aquel último mes. Miró a través del ventanal. Contempló la creciente luna y sus relucientes compañeras. Seguro que allí arriba, en el espacio, el silencio sería mucho menos estremecedor.
Quiso cantar, pero no se atrevió. Se dedicó entonces a mirar absorta aquel viejo reloj de pared que ahora marcaba la hora de su eterna oscuridad. Madera de roble, diseño clásico, rematado en oro. Bonito ataúd, pensó tétricamente. Se acurrucó junto al reloj, echa un ovillo sobre la alfombra, esperando a que algo sucediese. Deseó estar paranoica cuando le pareció percibir el levísimo ruido de la cerradura al girar. En la inmensidad del silencio, le pareció como si mil elefantes entraran en tropel. Se quedó gélida por unos momentos, sin reaccionar, mas finalmente se rehizo y se ocultó tras las enormes cortinas azules que decoraban una de las paredes, la pared en la que se encontraba el reloj, que no hacía tic tac. Elena se abstuvo de respirar, mientras escuchaba las sigilosas pisadas del asesino, aproximándose. Después de todo, parecía que ella no estaba
loca. Al fin y al cabo, allí estaba el asesino, preparado para ejecutar. Eso no la consoló.
El asesino examinó la sala en silencio, intentando evitar cualquier detalle que pudiera ser fatal. Se giró y contempló la pared de las grandes cortinas azules. Se acercó a ella, lentamente. Vio el bonito reloj de pared y se detuvo, intrigado. Abrió la pequeña puerta de cristal y giró una pequeña rueda. Entonces el reloj hizo tic tac y quebró el silencio. Jaque Mate.
Me acaba de venir a la mente esta bonita leyenda céltica. Aquí os la dejo, dedicada a mi amiga Peña, a la que tengo un tanto dejada pero nunca olvidada. Pulsa el play para escuchar la música del disco del que extraje la leyenda...
La leyenda deDeirdre
En Irlanda, hace ya mucho tiempo, el rey Connacher, de la familia Ulster,
se encontraba en el Gran Salón de su palacio subido a una tarima hecha con
madera de viejos robles. Finalizado ya el día, el crepúsculo marcaba el comienzo
del Samhaim. Más de mil personas se habían congregado y reinaba una alegre
algarabía mientras los criados del rey se preparaban para la primera noche de
la fiesta. Los caballeros del rey, los Caballeros de la Rama Roja, habían
dejado sus armas y sus cotas de malla para unir sus voces, entonando canciones
de grandes aventuras. A pesar del regocijo imperante, Cathbad, el druida, se
encontraba solo en la ventana arqueada de piedra contemplando con mirada
distante el otro mundo. Tan sólo Malcolm, el arpista del rey, se sentía
tranquilo, pues tenía a su esposa Elva embarazada. Estaban sentados los dos en
un rincón oscuro del Gran Salón, conversando cariñosamente en susurros.
El rey Connacher alzó su cuerno de vino con ademán de grandeza. Cuando ya
se disponía a pedir que comenzase la ceremonia, se oyó un penetrante grito y la
estancia quedó en completo silencio. Los caballeros más veteranos desenvainaron
sus armas, prestos para la lucha.
--- No os mováis -- ordenó el rey ---. No deis un solo paso hasta que no sepamos
la causa de ese ruido.
Cathbad avanzó hacia el Gran Salón y alzó su bastón. Se quitó la capucha de
la capa y sus cabellos plateados reflejaron el claro de luna. Su rostro,
arrugado como una manzana en invierno, se alzó pausadamente y le dijo al rey:
--- He estado observando esta semana las nubes, la edad de la luna y las
posiciones de las estrellas.
Se acercó, después al lugar en que estaba echada Elva. Le puso la mano
sobre el vientre y dijo:
-- Es el bebé el que ha gritado. No es un bebé corriente. Es una niña de
gran belleza y su nombre será Deirdre. De su belleza surgirá una afilada espada
que partirá el árbol de Ulster. Los reyes querrán desposarse con ella y será un
desastre. La Rama Roja se dividirá y habrá luchas y guerras por su causa.
Dicho esto, se retiró de nuevo a su contemplación del firmamento.
-- ¡Que muera esa niña! --- gritó uno de los caballeros---. ¿No vale acaso
menos la vida de un niño que la destrucción de muchos? ¿Qué decís vos, rey
Connacher?
El rey sabía que las profecías del druida eran exactas, pero la curiosidad
que le produjo una belleza tan extraordinaria pudo más que él. Se dirigió a los
presentes y dijo, con voz sosegada:
-- No es bueno que los padres vean morir a un hijo. Y tampoco yo debo
provocar dolor en el corazón de mis invitados.
Muchos se agitaron, murmurando entre ellos, nada convencidos.
-- Esta niña nacerá -- continuó el rey--. La mandaré criar en un lugar
apartado y yo mismo me desposaré con ella cuando crezca. Estando a mi cargo y
siendo después mi esposa no podrá causar rivalidad ni daño alguno. Así
conseguiré eludir la profecía.
A las dos semanas nació la niña Deirdre. Antes de que transcurriera un año,
el rey hizo construir sobre la ladera de un monte alejado una casa de piedra
con el techo de paja. Se plantó alrededor de la choza una estupenda huerta
rodeada de un muro circular. Deirdre vivía allí cuidada por Levercham, una
joven narradora de historias que gozaba de la confianza del monarca y que
también se había criado en casa del rey Connacher. El rey confiaba en ella más
que en nadie.
Deirdre se crió en los amplios terrenos de caza. Levarcham le enseñó cuanto
sabía sobre hierbas, flores, árboles y cielos y también le enseñó a tocar el
arpa y a cantar. Deirdre se iba haciendo más paciente y bondadosa cada día.
Tenía el pelo carmesí y la piel del color de la miel, como una orquídea dorada.
Las mejillas, los labios y las puntas de los dedos mostraban un leve tono de
carmín. Contemplarla era descubrir que la mirada se deslizaba, como queriendo
aferrar algo de ella que no encajaba con lo demás. Estimulaba la imaginación
con miradas o gestos que otorgaban significado especial a los objetos
corrientes. Si se arrodillaba para acariciarle la cabeza a un buen perro de
caza, se tenía la sensación de que todos los animales eran bondadosos. Su
cuerpo revelaba la fuerza de su corazón y era como una mina sin fondo donde
poder explorar incesantemente la vida.
Un día del otoño en que Deirdre cumplía quince años, Levercham le dijo que,
una vez cumplidos los dieciséis, se casaría con el rey en la primavera
siguiente. Eso le entristeció y la hizo deprimirse. Levercham comprendía su
desazón.
-- De todas formas, tendrás que casarte con el rey -- le dijo --. Será el
gran honor de tu vida.
Deirdre suspiraba y se negaba a comer.
Un día, sentada de madrugada junto a la ventana, Deirdre contemplaba una
nevada inusualmente temprana. Un grupo de cuervos descendió de pronto a la
huerta y uno de ellos se posó en la nieve para darle picotazos a una hermosa
manzana que acababa de caer.
-- Vaya -- dijo Deirdre --, ese cuervo se parece al hombre que vi anoche en
sueños. Tenía el pelo oscuro como las cornejas, la piel blanca como la nieve y
las mejillas rojas como esa manzana. Él será mi marido.
Pero Levercham la llamó, haciendo que se apartara de la ventana, y aquella
visión se convirtió en un recuerdo.
Tras aquel lento invierno de cielos grises y trémulos llegó la primavera.
Una mañana en que había salido a coger flores silvestres con Levercham a hora
temprana. Deirdre oyó una voz que cantaba alegremente. Tres cazadores iban por
un sendero que bordeaba el lindero más septentrional del bosque Real. A Deirdre
le pareció encantadora aquella canción, pero los cazadores no repararon en su
presencia. Viéndolos pasar, Deirdre se fijó en el primero de ellos, que era
también el más alto. El cazador se adentró de repente en el bosque y los otros
dos prosiguieron su camino.
-- Es el hombre de mi visión -- dijo Deirdre, incrédula.
A los pocos segundos no fue ya capaz de contenerse más y se recogió las
faldas a toda prisa para perseguir al cazador que se había adentrado solo en el
bosque.
Lo encontró en un amplio claro que había en el bosque. Arriba se extendía
una cúpula de altos robles cuyas ramas se tendían entre unos y otros sin llegar
apenas a tocarse. Notó en el aire plumoso una fuerza para ella desconocida. Se
acercó al cazador, que la observaba ya con atención. Deirdre alzó la mirada
hacia él. De reojo vio rayos de luz, descendientes, aunque a ella le pareció
que salían de la tierra en dirección al cielo. Se le aceleró el corazón al
acercar su blanco rostro al de él. Aguardó un instante y después le dio un beso
e hizo un pequeño discurso en voz baja:
-- Te amaré como en épocas pasadas, cuando Dectera amó al arpista verde y
se escapó con él para siempre. Mi beso contraría los deseos del rey y me he
escapado de casa sin permiso. Con la luna nueva vendrán a llevarme a su palacio
para que sea su esposa. Debes llevarme lejos de aquí.
El cazador la miró y dijo:
-- Yo soy Naois, el mayor de los hijos de Uisnach.
Nunca había visto semejante belleza y temblaba al hablarle, pues se había
percatado de la identidad de la joven a quien tenía en sus brazos.
-- ¿Acaso no recuerdas la profecía del druida? Todavía te da tiempo a
regresar.
-- Para mí este momento vale más que diez vidas enteras con Connacher.
A Deirdre le bastó con mirarle a los ojos una sola vez. Naois resolvió allí
mismo entregarle su amor.
Huyeron juntos y se reunieron con los hermanos de Naois. Allen y Arden,
quienes, aunque acogieron de buen grado a Deirdre, temieron por su hermano.
Juntos llegaron a la misma conclusión de que deberían marcharse esa misma
noche, por lo que hicieron acopio de provisiones y partieron a toda prisa,
trasladándose por mar a su exilio en Alba, es decir, Escocia.
Naois, Deirdre, Allen y Arden se instalaron en las fuentes del lago Etive.
Construyeron una casa de arcilla roja en lo alto de una cascada y le pusieron
por nombre Granian Deirdre, que significa "el soleado hogar de
Deirdre". Los montañeses de Argyll dieron la bienvenida a los grandes
guerreros. Naois atrapaba salmones en el río y ciervos en el valle y Deirdre
pensaba que no podría existir nadie tan satisfecho como ellos. Vivieron felices
durante muchas lunas.
En Irlanda, el rey Connacher no tenía ya enemigos, pues los había derrotado
con la fuerza de las armas o bien había hecho las paces con ellos, con lo que
había afianzado su derecho a gobernar. Su país gozaba de prosperidad, pero él
se mostraba inquieto. Dos años después de que Naois se exiliase, acudió una
noche a ver a Cathbad. El druida lo escuchó en silencio, pues sabía
perfectamente lo que apesadumbraba al rey.
El rey Connacher lo expresó de este modo:
-- Nuestros mejores hombres, las tres antorchas gaélicas de Naois, Allen y
Arden, no están entre nosotros. No es bueno que estén exiliados sólo por causa
de una mujer. Pienso enviar a Fergus mac Roigh para anunciarles que el rey los
perdona e invitarlos a volver a Ehmain Macha para una gran fiesta.
-- Que así sea -- dijo Cathbad.
Y así se hizo.
Fergus llegó al lago Etive tres días más tarde portando el mensaje del rey
y allí Naois le dio la bienvenida. Fergus comentó las noticias de Ulster.
Naois, que deseaba volver a casa más que cualquier otra cosa, sintió una gran
nostalgia y fue a ver a Deirdre a un campo verde situado por encima del valle
con intención de comunicarle la buena nueva.
Al escuchar a Naois, Deirdre se asustó mucho. Siguieron conversando hasta
que tan sólo quedó un pálido atisbo de luz en el cielo del oeste, pero Deirdre
se dio cuenta de que estaba decidido a marchar y de que nada podría hacer para
impedirlo.
-- Anoche tuve en sueños esta visión: tres cuervos bajaban hacia nosotros
desde Emhain Macha. Traían en sus picos tres gotas de miel y se iban con tres
gotas de sangre.
-- ¿Qué significa ese sueño?
-- Significa que Fergus viene a ofrecernos una paz dulce como la miel, pero
las tres gotas de sangre sois Allen, Arden y tú. Connacher es un adulador y la
miel es una trampa mortal.
A pesar de aquella visión, Naois decidió regresar a Irlanda.
-- Dejaremos a un lado nuestras diferencias -- le dijo Naois a Deirdre --.
Zarparemos mañana por la mañana.
Deirdre pasó la noche entre sollozos y casi no concilió el sueño.
Por la mañana se reunieron en la costa y Deirdre subió a bordo. Partieron a
hora temprana y la niebla se entremezcló con el cielo, adquiriendo la costa de
Alba un color azul y después azul claro hasta que poco a poco fueron
perdiéndola de vista.
A medianoche brillaba ya la luna llena sobre las velas y el viento tiraba
de las cuerdas. Deirdre sacó el arpa y entonó una suave canción. Su tristeza
hizo callar a los hermanos, que alzaron los ojos al cielo mientras ella
cantaba, tendiendo sus corazones a los astros.
Por fin pudieron contemplar el amanecer sobre los blancos acantilados del
norte de Irlanda. Una vez en su tierra, Fergus se adelantó a caballo para
comunicarle al rey que habían llegado los hombres a quienes había llamado.
-- Mostradles ahora vuestra bondad -- le dijo.
-- No estoy preparado para recibirlos --contestó Connacher--. Envíalos a la
Gran llanura, a la Posada de la Rama Roja. Mi casa estará lista mañana.
Los viajeros se instalaron. A última hora de la noche, el rey Connacher
mandó llamar al guerrero Gelban Grednach.
-- Ve a la Posada -- ordenó el rey -- en la que se hospeda Deirdre esta
noche y dime si conserva su belleza. Debo saberlo enseguida.
Grednach bajó a la Posada a toda prisa. Sin aliento, se asomó por la
ventana para verlos a los cuatro y se fijó en Deirdre. Tan grande era su
belleza que jadeó, delatando así su presencia. Naois alzó la mirada y vio a
Grednach mirándolos. Cogió unos dados que había sobre la mesa y los arrojó
hacia la ventana. Uno de ellos alcanzó a Grednach en un ojo y lo dejó tuerto.
Grednach salió de allí dando gritos y volvió corriendo a donde estaba el rey,
que caminaba impaciente por su habitación.
Grednach entró con la cara toda ensangrentada.
-- ¿La has visto? -- preguntó el rey.
-- La he visto y, mientras me asomaba, Naois me ha sacado un ojo --
contestó, encogiéndose de dolor.
-- ¿Qué aspecto tiene? -- inquirió el rey.
-- Os diré la verdad. Aun tuerto, de no ser por vuestra urgente petición mi
único deseo habría sido seguir allí contemplándola durante toda la vida.
Connacher montó en cólera e hizo que se reunieran enseguida cien valerosos
hombres en su salón.
-- Id al punto a la Posada. Matad a los forasteros y traedme viva a Deirdre
o moriréis todos.
Los guerreros se aprestaron para la batalla. Sin que el rey lo supiera,
Levercham había estado oculta entre todos ellos y se adelantó a todo correr
para avisar a los Hijos de Uisnach.
-- Mis hermanos y yo lo impediremos -- dijo Naois al enterarse.
Así pues, hicieron rápidos preparativos para la batalla. Salieron al gran
llano armados hasta los dientes, avanzaron por el campo y se escondieron tras
una hilera de árboles.
esde que existe el mundo los hombres llevan milenios guerreando entre sí,
pero esa noche no había hombres tan en desventaja como los Hijos de Uisnach.
Empero, no es menos cierto que tampoco los había de corazón tan noble. De
hecho, si hubiera que medirlos por su espíritu, cada uno de los hermanos
equivalía a veinte guerreros normales.
Los guerreros del rey aparecieron rápidamente en el lindero del llano y los
jóvenes héroes entraron directamente en la lid. Sus espadas refulgían en la
oscuridad con ígneos destellos azulados, tan soliviantados tenían los ánimos
los que habían sido traicionados. Con el entrechocar de las espadas resultaba
imposible distinguir quién desafiaba a quién y la hierba se empapó de sangre
hasta quedar convertida en un gran charco resbaladizo. Al terminar la batalla,
los hermanos habían conseguido abatir a los cien.
Connacher llegó al lindero del llano y prorrumpió en exclamaciones de ira,
pero los Hijos de Uisnach y Deirdre ya regresaban a casa atravesando en la
oscuridad la gran llanura.
El rey mandó llamar a Cathbad el druida y, esforzándose por conservar la
calma, le dijo:
-- Deténlos o haré que te destierren para siempre.
Sin decir palabra, Cathbad puso manos a la obra e hizo crecer en llanura un
bosque lleno de tupidos matorrales, pero los hermanos lo atravesaron con
facilidad, como si no hubiera más que aire.
Convirtió después la llanura en un mar de aguas gélidas. Los hermanos se
quitaron la camisa, Deirdre se encaramó a los hombros de Naois y nadaron contra
el rugir de la corriente. Su velocidad no disminuyó y los hermanos avanzaron
tan aprisa como lo habían hecho antes a pie.
Al ver aquello, el rey frunció el ceño y el druida temió por su vida. Alzó
los brazos y el mar se convirtió en piedra, disparándose al aire rocas afiladas
como espadas que entrechocaban con gran estrépito, como monstruosas muelas de
un enorme gigante de granito.
Los hermanos corrieron sobre las piedras, resbalando y cayendo en múltiples
ocasiones. Por último, el más joven de ellos, Allen, lanzó un grito de dolor y
Naois lo cargó sobre su hombro derecho, aunque no tardó en morir. Naois no lo
soltó sino que siguió llevándolo sobre el hombro. Buscó con la mirada a Arden,
pero, para desgracia suya, vio que también había muerto y eso le arrebató el
deseo de vivir. A causa de las heridas o de la pena o, seguramente, de las dos
cosas juntas, Naois se desanimó y resbaló entre dos piedras. Tendido entre las
hirientes rocas, cayó presa de un total desaliento y murió sin decir palabra.
En ese preciso momento, la llanura volvió a ser hierba.
-- Ya se ha ido -- dijo Cathbad --. Los Hijos de Uisnach han muerto y ya no
os molestarán más.
Dicho esto, el druida volvió a desaparecer en la noche.
El rey fue a contemplar a Deirdre con sus propios ojos. La encontró arrodillada
sobre Naois y sus hermanos, sollozando sin palabras. Sin dejar que se
recuperase de su profundo dolor, el rey ordenó que la llevasen a su palacio y
la encerraran. Después hizo cavar una tumba para los hermanos en el mismo lugar
en que yacían. Se colocó en aquel lugar un menhir sobre el cual se grabó el
nombre de Uisnach.
Cumplida la profecía, Deirdre permaneció una quincena en la residencia de
Connacher. No podía comer ni conciliar el sueño. Transcurridos treinta días,
llegó el invierno y un suave manto de nieve cubrió el mundo que divisaba a
través de su ventana. Deirdre pidió a un guerrero que le trajese su arpa y
allí, sola en su cuarto cerrado, le cantaba a Naois en voz baja, pues sabía que
moriría en cuando Connacher lo ordenase. Dirigiendo la vista a la vasta llanura
vacía, cantaba:
In skies of frozen snow Where
winds of sadness roam Red sun's burning low You
were my home Where I would go In green fields Now
unknown Your name upon The standing stone Love
invites One last call When death from life Begins
to fall The streams no longer go To tides of distant seas No love
can grow old Without memories Your arms, my home Where I
would sleep In green fields Now unknown Your
name upon The standing stone Love invites One
last call When death from life Begins to fall All my
tears Now unfold How can I now Alone
grow old Dusty stars Shed their lights When
death from life Slips silently to the night En cielos de gélida nievepor
los que vagan vientos de tristeza arde
débilmente un sol rojizo. Fuiste mi
hogar allá donde yo iba. En campos verdes ahora desconocidos, con tu
nombre sobre el menhir, el amor invita a una última llamada cuando
la muerte comienza a caer de la
vida. Los arroyos no van ya a
mareas de mares lejanos. Un amor no
puede envejecer sin recuerdos: tus brazos, mi hogar en que dormía En campos verdes ahora
desconocidos, con tu nombre sobre
el menhir, el amor invita a una última
llamada cuando la muerte comienza
a caer de la vida. Todas mis lágrimas se despliegan ahora. ¿Cómo
podré ahora envejecer yo sola? Vierten sus luces los astros polvorientos
cuando desde la vida va la muerte en su silencio deslizándose lentamente a la noche Por la
mañana, cuando quiso llamarla el rey, Deirdre estaba ya muerta. El rey la hizo
enterrar en las colinas en que había pasado su infancia. Pero un pequeño grupo
de gente acudió de noche, clandestinamente, y la llevó a la Gran Llanura, a
otra tumba contigua a la de Naois. La gente señaló las dos tumbas clavando
sendas estacas de madera en el suelo.
Dos años más tarde crecían juntoal menhir dos hermosos tejos. Aunque entre
sus bases había una separaciónde dos metros, los troncos habían crecido juntos
y entrelazados.Unidos por sus ramajes, formaban un sólo árbol. Aunque la
piedra se convirtió ya en polvo, los árboles siguen aún vivos en ese lugar.
Esta madrugada me ha venido a la mente este romance que tantas y tantas veces escuché en boca de mis abuelos, la historia del Conde Sol, que, viéndolo ahora con perspectiva, era algo golfo...
En recuerdo a las personas que más añoro en el mundo aquí lo dejo :-)
ROMANCE DEL CONDE SOL
(anónimo)
Grandes guerras se
publican en la tierra y en el mar y al conde Sol le nombraron por
capitán general. La condesa, como es niña, no hacía sino llorar: acaban
de ser casados y se tienen que apartar. -¿Cuántos días, cuántos
meses piensas estar por allá? -Deja los meses, condesa, por años debes
contar; si a los tres años no vuelvo, viuda te puedes llamar. Pasan
tres y pasan cuatro, pasan seis y pasan más, y el conde Sol no
volvía, ni nuevas suyas fue a dar; ojos de la condesita no dejaban de
llorar. Un día estando a la mesa, su padre la empieza a hablar: - Deja
el llanto condesita, nueva vida tomarás; condes y duques te piden, te
debes, hija, casar. - Carta en mi corazón tengo que el conde vivo
está; no lo quiera Dios del cielo que yo me vuelva a casar. Dadme
licencia, mi padre, para salirle a buscar. - La licencia tienes,
hija, mi bendición además. Se retiró a su aposento llora que te
llorarás se quitó medias de seda, de lana las fue a calzar; dejó
zapatos de raso, los puso de cordobán, un brial de seda verde, que
valía una ciudad, y encima del brial puso un hábito de sayal. Espotilla
a la romera sobre el hombro se echó atrás, cogió el bordón en la mano y
se fue a peregrinar. Anduvo siete reinados morería y
cristiandad; anduvo por mar y tierra, no pudo al conde
encontrar. Cansada va la romera que ya no puede andar más; subió a un
puerto, miró a un valle, un castillo vio asomar. Si aquel castillo es de
moros allí me cautivarán; más si es de buenos cristianos, ellos me han
de remediar. Y bajando unos pinares, gran vacada fue a encontrar. -
Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad que me niegue la mentira y
me digan la verdad: ¿de quién llevas tantas vacas de un mismo hierro y
señal? - Del conde Sol son, señora, que en aquel castillo
está. Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, si es del conde Sol
tu amo, más te quiero preguntar: ¿cómo vive por acá? De la guerra llegó
rico, mañana se va a casar; ya están muertas las gallinas, ya están
amasando el pan; muchas gentes convidadas de lejos llegando
van. Vaquerito ,vaquerito, por la Santa Trinidad, por el camino más
corto mes has de encaminar allá. Jornada de todo un día en medio la
hubo de andar; llegado ha frente al castillo, al conde Sol fue a
encontrar, y arriba vio estar la novia en un alto ventanal. Dame
limosna, buen conde, por Dios y su caridad. -¡Oh que ojos de romera, en
mi vida los vi tal! -Si los habrás visto, conde, si en Sevilla estado
has. ¿La romera es de Sevilla? ¿Qué se cuenta por allá? Del conde Sol,
mi señor, poco bien y mucho mal. Echó la mano al bolsillo, un real de
plata le da. - Para tan grande señor poca limosna es un real. - Pues
pida la romerica, que no te pido tendrá. - Yo pido es anillo de oro que
en tu dedo chico está. Abrióse de arriba abajo el hábito de sayal. -¿No
no me conoces, buen conde? Mira si conocerás el brial de seda verde que
me diste al desposar. Al mirarla en aquel traje, cayóse el conde hacía
atrás; ni con agua ni con vino no le pueden recordar, si no es con
palabras dulces que la romera le da. La novia bajó llorando al ver al
conde mortal, y abrazado a la romera se lo ha venido a encontrar. -
Malas mañas sacas, conde, no las podrás olvidar, que en viendo un nueva
moza, luego la vas a abrazar. Malhaya la romerica que te trajo por
acá. - No la maldiga ninguno que es mi mujer natural, con ella vuelvo a
mi tierra; adiós, señores, quedad; que los amores primeros son muy
malos de olvidar. - Quédese con Dios la novia, vestidica y sin
casar, que quien de lo ajeno viste desnudo suele quedar.
Exprimiendo los últimos coletazos de abril, aquí os dejo mi última historia de madrugada, recuperando las buenas costumbres...
Confesión
Confieso que me encantas. Que desde el día en el que te conocí despertaste en mí sensaciones que creía perdidas para siempre. Que en tus ojos turquesa he visto mi corazón reflejado, transparente, atrapado en el tuyo…
Shhh, no, no digas nada, déjame contarte cómo me siento por esta vez, para que llegues a entender mi comportamiento cuando te tengo cerca. Permíteme que ponga palabras a esos silencios suspensivos que siempre nos acompañan. Concédeme esto, al menos, cinco minutos para regalarte mi verdad y luego márchate para siempre si es lo que deseas o acércate y déjate llevar...
Esto nunca ha sido fácil para mí, ya sabes, estar cara a cara frente a una mujer que te vuelve loco y dar ese paso al frente… poner las cartas sobre la mesa, afrontar las consecuencias por algo que siento que merece la pena. Sin refugios, sin rodeos, sin silencios incómodos.
Esa sonrisa, esa que me regalas cuando te susurro al oído mis historias más dulces o los poemas que me inspiras y te canto... muéstramela, sí, eso es, sonríe tímida pero cómplice. Pero no, preciosa, jeje, no me interrumpas ahora, creo saber lo que estás pensando, solo pretendo terminar mi alegato, controlemos por unos instantes nuestros instintos, primero quiero que te entre en la cabeza mi sentir, para que entiendas mis obsesiones.
Permíteme ser todo lo cursi que puedo llegar a ser, que me invente universos fantásticos donde el destino nos reúna una y otra vez. Que seas mi luna, mi viento y mi fuego, la esencia de mis palabras, la musa de mil leyendas… que tiemble cuando me miras, que me emocione cuando me cantas, que vibre cuando me tocas…
Confieso no solo que me encantas, sino que me pones… Tu cuerpo… cuando noto tu cuerpo temblar ante mi contacto… yo también me estremezco… y siento como me recorre un escalofrío al saberte receptiva, me enciendo…, pero sigo encontrando esa barrera invisible entre nosotros que me impide lanzarme hacia ti y por eso este momento, para captar tu atención y derribar todos los muros, evitar todos los malos entendidos y que te sientas libre, sin ataduras, para elegir tu camino…
No me mires así, jeje, aunque no te lo parezca estoy hecho un flan. Sé que estás intrigada y probablemente algo asustada y sorprendida tras esta mi más dulce confesión, pero no conozco un mejor camino para tenerte en mis brazos… Todos estos días que hemos pasado juntos en la cabaña me han hecho reflexionar sobre los errores cometidos por ambos, derivados seguramente de nuestra falta de comunicación.
Ya perdoné tus agudas mofas sobre mi incapacidad sexual, que aunque no me tomara muy en serio por tu tono, confuso y desesperado, sí que en un principio me produjeron cierto desasosiego y desazón. Espero que tú también hayas terminado por conocerme y aceptarme, tras haber sido mi invitada especial durante estas semanas. Siento las marcas de tus ataduras, en unos días desaparecerán para siempre, pero quería que me conocieras, que viajaras conmigo a Estocolmo… y hacer una nueva vida: tú, yo y el universo a nuestros pies…
Ahora es tu momento, eres libre de elegir entre el camino de baldosas amarillas hacia éste tu mago que te aguarda o darte la vuelta y regresar a tu vida anterior. No temas las consecuencias, carpe diem, este dardo que apunto hacia mi pecho es solo el camino más rápido para hallarte eternamente, si es que he de esperar a la otra vida para encontrar mi fortuna.
Me estremezco mientras siento como te acercas, me depositas un tímido pero tierno beso en la mejilla y me das las gracias temblando, con ese océano de aguas cristalinas alrededor de tus pupilas en el que me pierdo una vez más… hasta observar como retrocedes lentamente sin dejar de perderme la mirada, te das la vuelta y sales corriendo...
Es entonces cuando detengo mi corazón con un giro de muñeca y a duras penas me acerco hasta ti, sintiéndome ligero, como un alma etérea, casi levitando. Tomando en mis brazos tu cuerpo aún caliente observo como el dardo sobresale por tu pecho atravesando el pezón, tu sangre cálida en mis manos mientras acerco el rostro a tus senos, para escuchar los últimos latidos de mi vida… soy libre de nuevo, para encontrar mi camino…
Aquí dejo mi último relato de madrugada... Si lo deseas, puedes pulsar sobre la BSO que hizo que todo fluyera mientras lo lees...
Calíope
Calíope danzaba entre los rayos de luz emitiendo destellos
cegadores con su cámara, captando cada instante mientras, a su alrededor, el
caos se tomaba un respiro. Era como si, por un momento, el tiempo se hubiese
detenido. En su cabeza no paraba de sonar aquella melodía, esas notas de piano
que le daban la paz absoluta para centrarse en plasmar la belleza oculta de
cada escenario, su secreto…
Dejó la cámara levitando y fue a fundirse en un abrazo con la
roca de su niñez, el lugar de tantos y tan buenos recuerdos pasados. Era el día
perfecto, a la hora perfecta, ese momento mágico en el que los dos soles del
planeta Alsuín entrelazaban sus rayos naranjas y púrpuras, mostrando un
amanecer intenso, perfecto, repleto de una energía desbordante, mientras pequeñas
nubes de algodón se deslizaban al son de la brisa matinal, dibujando extrañas
formas en el cielo…
Clic, clic, clic, Calíope activó mentalmente la cámara y en
unos segundos recogió tres instantáneas, no por su afán perfeccionista sino
para permitir que las juguetonas nubes hicieran su numerito. Una oveja, un
pastel de cumpleaños y un velero fueron en esta ocasión las poses elegidas.
Solo posaban para ella… era consciente de ello… una gran responsabilidad que
afrontaba como siempre con su mejor sonrisa.
Solo que esta vez sería la última… en mucho tiempo. Quizá no
volviera a ese hermoso lugar en su vida. Había sido designada entre honores
como corresponsal intergaláctica para conflictos bélicos, por su innegable
capacidad de captar el universo en un instante. Era lo que el lector demandaba,
le habían asegurado, no era tiempo de fantásticos lugares recónditos, sino de
inspirar al mundo desde el meollo de la acción… la acción… encarnizadas
batallas interplanetarias en pugna por absurdos intereses económicos…
Se había planteado por un momento rehusar, tomar su cámara y
marcharse en el primer aerotransportador a algún lugar tranquilo y remoto, como
el planeta Clío, pero también le corroía un ansia por mostrar sus capacidades
en otro ámbito y retratar la cruda realidad de la muerte y el odio, concienciar
a los habitantes de la Confederación planetaria de que aquellos sinsentidos
debían terminar para siempre…
Salió de su breve ensimismamiento cuando sintió el roce en
sus mejillas de la cámara, que había traído de vuelta a sus manos
inconscientemente. Revisó las imágenes captadas y se apercibió entonces de la
presencia de una pequeña sombra al otro lado de la roca. Curiosa, se acercó
para ubicar el objeto que proyectaba aquella sombra, para toparse con un
peculiar individuo de cabellos plateados que garabateaba sobre un cuaderno
mientras la miraba entre divertido y embobado.
-Debes
de tener mucho cariño a esa roca, creo que nadie nunca me ha abrazado con tanta
intensidad.
-¿Siempre
hablas como si estuvieras escribiendo una historia? Me has estropeado la foto,
¿sabes? – repuso Calíope, divertida.
-No
quería romper la magia del momento, estabas tan ensimismada…
Calíope y Orión entablaron conversación y el ocaso llamó a la
puerta del amanecer, sin que ambos notaran la transición entre ellos… Ella le
mostró sus fotos más especiales, imágenes que hablaban por sí solas, que ni mil
palabras hubieran podido transcribir con justicia. Él, por su parte, le leyó
sus relatos y poemas y cuando no tuvo más los improvisó frente a ella, contándole
sobre los orígenes del viento, el porqué del otoño, la leyenda de los titanes
que pugnaban por la luna… inspirado por su presencia narró como nunca y tan a
fuego quedaron esos misterios en el corazón de Calíope, que fue capaz de
siluetear en las nubes la esencia de cada leyenda y captarla con su cámara.
La noche les sorprendió besándose con pasión al pie de la
ilustre roca… los cuerpos en ebullición, entrelazados en aquella noche única…
hasta que ella marchó, presta a cumplir con su nuevo destino.
Aquella no fue la única ni la última vez que se encontraron.
Durante los primeros meses, mantuvieron un contacto regular a través de
holocartas y visitas fugaces, pero la fama de Calíope fue in crescendo, sus
destinos cada vez más peligrosos e inaccesibles. Se extendieron rumores
legendarios. Se dice que evitó varias guerras gracias a sus imágenes críticas y
directas, poniendo en evidencia a los responsables del conflicto, lo que le
granjeó poderosos enemigos. Incluso se comenta que, en una ocasión, detuvo un
caza que iba a bombardear una población civil simplemente susurrando a las
nubes…
Calíope… emblema de la humanidad, salvadora de vidas,
susurradora de nubes, musa de mi corazón egoísta. De un día para otro, se
desvaneció. Algunos dicen que terminó hastiada de tanto odio y huyó a algún
planeta remoto, otros aseguran que fue interceptada por la milicia en un día
sin nubes… y que el cielo, aún sin ellas, no dejó de llorar...
Durante años no cejé en mi empeño de encontrarla, recorriendo
el confín del universo hasta llegar a nuestro lugar secreto, nuestro refugio
imaginario, donde las palabras se dibujarían en el aire y las imágenes se
plasmarían al papel en un íntimo jeroglífico… el planeta Clío… y ahora…
Ahora la arena se desliza entre mis dedos mientras contemplo
el mar y la recuerdo… la percibo en su color esmeralda, como sus ojos, en su
frescura y sus olas nerviosas… la veo en el horizonte, en cadanube que dibuja mi memoria, silueteándola… la
añoro en mis lágrimas, saladas como el intenso océano que acaricia mis
pies…
Juego a pensar que cuando caiga el último grano la habré
perdido para siempre… y me arrepiento de no haber tomado un puñado más grande,
aunque cuanto más la aprieto entre mis manos, más se escapa entre los dedos… He
recorrido galaxias para llegar hasta aquí y ya solo me quedan las palabras… Antes de que
mi puñado se deshaga, decido regalárselo al viento, lanzarlo por los aires,
pero noto un ligero cosquilleo en las manos que me llama la atención. Despierto
de mi ensoñación y descubro que tengo una cámara en las manos, dentro de la
cual se escucha un eco profundo, que repite una y otra vez…
Llegó el momento de retomar las palabras... y que mejor día para ello que los últimos minutos de un día bisiesto... así que vamos a quitarnos los formalismos de una vez:
¡Feliz año! ¡Mis mejores deseos para el 2012! ¡El balance lo dejé en mis años de contabilidad, este año prefiero mirar hacia el mañana y dejar 2011 en el recuerdo... ¿Qué tal las rebajas?... ¡Un año más mayor!... ¡Feliz San Valentín para los que aman más durante un día que el resto!... Y después de todas las formalidades y ya que en mi dimensión comienza el año hoy, después de atiborrarme de uvas virtuales, vuelvo con más energía que nunca, desde esta habitación entre cajas y elementos de pintura, para reconciliarme con las palabras y recuperar el tiempo perdido entre mudanzas, que el 2012 me espera con los brazos abiertos y tengo una meta principal por cumplir y poco más de doscientos días para llegar a ella... ¿cuál es? si eres de las cuatro o cinco personas que han ido leyendo los posts seguro que esa pregunta sobra... si no es así, deja que me haga el interesante...
Además de eso, tengo intención de reflotar mi perfil bloguero alimentando por fin esta posada itinerante con mayor fuelle que el año pasado, esta vez sin objetivos prefijados, simplemente permitiendo que fluya y se contagie hasta el Rincón de Kalen, que reabrirá sus puertas para tratar todo aquello que pasa por mi cabeza y no tiene que ver con las palabras... cine, videojuegos, deportes, actualidad, nostalgias, humor, mentirijillas, hechicería avanzada y demás...
Y a las 0:19 del primero de Marzo de 2012 de la nueva era, yo... POSTEO