Aquí os dejo el relato de Octubre para el #OrigiReto2019, la maravillosa iniciativa de Katty y Stiby. Es continuación del relato de agosto titulado "La traición". Recomiendo leerlo para intentar entender algo. Dejo también la pegatina.
Letargo
“Y se rompen perfectas estructuras
Y despierto del letargo,
no puedo pasar de largo
eternamente por zonas oscuras.”
(Del poema Luna
en flor)
—¡Letargo!
¡Despierta! ¡Despierta!
Llevaba más de
diez minutos zarandeándole, pero Letargo seguía inmerso en un sueño profundo.
—¡Te necesitamos,
príncipe! ¡Todo se ha ido al traste! La ceniza invade las calles, los niños
lloran y estamos a merced de harpías y orcos, que arrasan nuestras aldeas y
roban a nuestras criaturas. Los alandeles han desaparecido y yo.. ¡yo ya no
puedo más!
—Hydra, ya te
dije el secreto para despertarle, no creo que cueste tanto probar. Piensa que
lleva veinte años dormido, no es un sueño cualquiera.
—¡Tú calla,
pedazo de grafito con madera! Me va a decir a mí un lápiz parlante a quien
tengo o no que besar. Esa leyenda absurda es un producto del heteropatriarcado
imperante y no estoy ya para esas tonterías.
—Pero tú fuiste
su amor verdadero, ¿recuerdas?
—De aquello hace
ya muchas lunas…
Hydra se mesó sus
cabellos de plata rememorando aquellos momentos, tan lejanos en el tiempo como
próximos en su corazón.
—Está bien, tú
ganas —le dijo al lápiz. —Pero si esto no funciona te aseguro que te sacaré la
mina y se la incrustaré al primer compás que encuentre.
El lápiz asintió
complacido, como solo puede hacer un lápiz, y se dispuso a contemplar la
escena. Hydra suspiró, se volvió a mesar sus cabellos y acercó su rostro al del
príncipe dormido.
—¡Ay! —gritó
Letargo, entre dolorido e indignado. —¡Me has pinchado con una aguja! Dioses,
¿estoy sangrando?
El renacido
príncipe se palpaba el pecho para comprobar los desperfectos. Efectivamente, un
pequeño hilillo de sangre le bajaba desde el pezón hacia el abdomen.
—Eso no es nada, bribón.
Desde el principio sabía que el lápiz era tu conciencia y que todo era una
pantomima para hacer que te besara. Pero esto es muy serio, Letargo. El creador
ha tomado partido y lo ha hecho en nuestra contra. El equilibrio se ha roto y a
nuestro alrededor solo hay desesperanza y destrucción. Solo quedas tú. El grupo
fue aniquilado y ya sabes que yo no tengo espíritu de guerrera. He gastado mis
últimas fuerzas en llegar hasta aquí y convencer a tus estúpidos lápices de
colores de que me dejaran entrar. Vamos Letargo, ¡este no eres tú! Que fue de
aquello que me recitaste, “No puedo pasar de largo eternamente por zonas
oscuras”. Pues ahora no puede estar más oscuro. No te pido que lo hagas por mí,
sé que quizá no fui para ti lo que tú hubieras deseado, qué se le va a hacer.
Pero hazlo por tus colores, por el manantial de las leyendas, por La Sombra
Escondida, por el bosque oscuro, por Yenda, por Polenis y todos aquellos seres
que creen en ti y te seguirían al fin del mundo. Tú eres el último alter ego,
príncipe. Es tu momento. Luego ya podrás descansar en tu mundo de sueños
azules, si quieres seguir escondido. Pero pronto no habrá más sueños de
colores.
Letargo miró con
admiración a Hydra. Aquella mujer era la que le había enamorado y cambiado la
vida y ahora había encendido de nuevo una llama dentro de él que creía perdida
para siempre. Movió la mano y cientos de lápices de colores se pusieron a
pintar el techo de colores cálidos, dibujando un tornado de tonos bermellones,
purpúreos y amarillos. Estiró la mano y su cetro esmeralda vino a él, con las
tres plumas mágicas agitándose por un viento inexistente.
—¡Vamos! ¡Ven
conmigo! Reuniremos de nuevo al grupo.
—Están muertos,
Letargo, muertos…
—Así su
conversación será más interesante —dijo Letargo, guiñándole un ojo.
Hydra suspiró y
tomó la mano del príncipe. Al instante fueron succionados por el tornado de
colores.
Aparecieron en
mitad de lo que otrora fuera un bosque... Olía a azufre y a madera calcinada. Aquí
y allá se veían cuerpos por doquier, con suerte con todos sus miembros, aunque
casi siempre en piezas sueltas. Los goblins tenían una pequeña obsesión por el
desmembramiento.
El príncipe
caminó decidido hacia el interior del bosque. En ocasiones se detenía para
mirar el suelo y murmurar unos instantes, pero enseguida recuperaba el paso.
—¡Allí! —Exclamó
Letargo, emocionado. De lo alto de un árbol seco colgaban un par de cabezas
atravesadas por una pica. A su lado, como si se tratase de ropa tendida, lucían
las extremidades y el tronco de los desafortunados cadáveres.
Con decisión, se
aproximó al árbol y tomó una de las tres plumas de su cetro. La soltó y la
pluma, desafiando las leyes de la gravedad, se elevó con gracilidad hasta
acariciar los rostros de los decapitados. Al instante una densa niebla invadió
el lugar y oyeron un fuerte golpe.
Hydra escuchó
voces y gritos y sintió pánico en cuanto la niebla se desvaneció. Ante sí tenía
a un hombre y a una mujer desnudos y aparentemente desquiciados, gritando
desesperados.
—Es normal, no te
preocupes. —le tranquilizó el príncipe. —No es fácil asumir que se vuelve a la
vida. Pídele al baúl que te saque unos ropajes adecuados para nuestros compañeros.
Te presento a Sario y a Irina. Sé que es antinatural y blablablá, pero es la
única forma…
—¿Baúl? ¿Pero de
dónde ha…?
Pasaron unos
minutos y Sario e Irina recuperaron la consciencia. Hydra, ya de vuelta de
todo, les puso en situación y prosiguieron su camino.
—Solo me quedan
dos plumas, debemos de elegir muy bien nuestros movimientos — murmuró Letargo.
—Desgraciadamente no podemos salvarlos a todos.
Continuaron su
camino y llegaron a las afueras de la fortaleza donde se hallaban Yodhart y
Kalen, el traidor.
Se encontraron
con el cuerpo de Orion y vieron a lo lejos la estatua de Elvia.
—Está viva
—comentó Letargo —pero envuelta en un hechizo que solo la misma diosa podría
revertir. Hemos de decidir si confiamos en convencerla o tomamos otra decisión…
Sario lo tuvo
claro, no estaban allí para perder el tiempo. Elvia era dura y soportaría lo
que fuera menester. Pidió ayuda a Irina y entre los dos llevaron el cuerpo de
Orión junto a la estatua. Allí, levantaron el espadón del guerrero y con todas
sus fuerzas lo estamparon contra la estatua de Elvia, que se quebró sin
remedio.
—¡Ahora! —exclamó
Sario.
Letargo tomó su
segunda pluma y la dejó volar hasta los rostros de Orión y Elvia. De nuevo los
envolvió la niebla y unos minutos después lucían casi como nuevos y se
enfundaban en las nuevas armaduras que les había traído el baúl mágico.
—¡Estamos listos!
—bramó el gigantón Orión —Esta vez les machacaremos.
—De verdad, ¿no
habéis aprendido nada? Esta pluma que me guardo es para nuestra última batalla,
pero no será aquí, ni hoy, porque esto en realidad no está pasando, es otro
juego de nuestro creador. Si volviéramos al castillo, ¿qué creéis que pasaría?
No, no podemos lanzarnos al abismo, tenemos que jugar con las cartas que nos
han dado. Esperar lo inesperado. Romper las estructuras. Ahora vendría el giro,
¿no os dais cuenta? Todo ha ido como la seda. Si llegáramos allí, sin haber
sufrido el giro, estaríamos perdidos. No, lo que tenemos que hacer es
marginarles, ignorarles. Seguir con nuestras aventuras, demostrarles que no les
necesitamos tanto como ellos a nosotros. Yo invito a esta reconstrucción. Pero
solo os pido que no guardéis rencor. Nuestro creador no es nuestro enemigo. Él
mismo os ha dado esta segunda oportunidad a través de mí. Siempre deja un
resquicio, ¿no lo veis? Kalen no es el creador, eso es lo que no visteis en
vuestra última aventura. Él está en todos nosotros, hemos de tomar nuestras
propias decisiones. Y sí, podemos traicionar y amar y sentir y llorar y
destruir y crear, todo vale, porque nuestro fin es entretener.
Todos se quedaron
embobados escuchando el discurso de Letargo. Lo que el cuerpo les pedía era
acción y venganza, pero ¿y si aquel hombre tenía razón? Desde luego, su
discurso estaba cargado de sensatez. Se juntaron y acordaron lo más sensato.
—Está bien,
príncipe, tú ganas. Por favor, píntanos el cielo de azul y limpia esto de
sangre y ceniza, no atacaremos el castillo.
Letargo se sintió
complacido, se dio la vuelta e invocó a sus lápices de colores. Pintaron la
noche de estrellas y el bosque verde , dibujaron las casas y hasta le colocaron
al sol una sonrisa.
Después, Letargo
se sumergió en un profundo sueño, provocado por un mazazo en la cabeza que le
había regalado su querida Hydra. El equipo estaba reunido y era la hora de la
venganza. Aquel había sido el giro, ahora venía lo bueno…
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