Bosque...

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jueves, 28 de febrero de 2019

Noche de fuego

Noche de fuego



Aquella noche tenía ganas de batalla. Habían pasado ya seis meses desde la inesperada ruptura y la consiguiente salida de mi vida de Álex, al que había llegado a considerar el amor de mi vida, y estaba decidida a brindarme un buen homenaje de despedida y cierre al absurdo luto que había estado guardando. Buscaba algo exclusivamente para una noche, pero quería sentirme especial, hallar a un hombre romántico y sensible que me empotrara hasta atravesarme mientras me comía la oreja susurrándome poemas de cosecha propia. Y es que no buscaba ningún príncipe azul que acudiera en mi rescate, estaba muy a gusto conmigo misma y mis juguetitos. Sin embargo, aquella noche me apetecía convertirme en Savage Silvia. Anónima. Desatada. Un torbellino de fuego y deseo. 

Pero la verdad es que no tenía mucha idea de cómo empezar ni nadie a quien mereciera la pena llamar. Siempre había sido una mujer muy introvertida y en mi agenda de ligues no había nada destacable. Alex ya no estaba en concurso, mierda. Así que opté por lo más fácil, el famoso Tinder, con más ganas que esperanzas, a decir verdad. Rellené el perfil en unos minutos sin prestarle demasiada atención, ya que tenía la seguridad de que una foto bien tomada haría mucho más efecto y me puse mi top más sugerente y unos leggins para resaltar mi figura. Lo cierto es que con aquellos trapos estaba que rompía de buena. No me cabía la menor duda de que en pocos minutos mi móvil se saturaría con las notificaciones de los superlikes. Vale, vale, que no tengo abuela, pero es que no habéis visto esa foto. Yo me daba. 

Me dediqué un buen rato a observar lo que había por ahí y la verdad es que me descorazoné un poco. Mucho vende-motos, mucho viceverso y mucho sinvergüenza que olía a casado o emparejado de aquí a Lima. Le di like a unos cuantos que me parecieron monos o con potencial suficiente de empotramiento para hacer que mereciera la pena, pero tras unas cuantas líneas de conversación mi interés se fue diluyendo. No soporto a las personas que cometen faltas de ortografía de manera constante. Activan mi vena asesina y eso os aseguro que no es muy recomendable. Así que, cuando me encuentro un “haber si nos vemos” o un “foyamos en tu casa o en la mía”, olvido el trasfondo romántico que se halla detrás de sus proposiciones y los mando al carajo. Eso explica el por qué estoy tan sola habitualmente, supongo…

Y de repente apareció Alfredo85. Un tío aparentemente cañón por el volumen de sus brazos, embutido en un disfraz de jirafa junto a una especie de nave espacial que parecía construida con papel de aluminio. Qué crack. Buenorro y con tanto sentido del humor como poco del ridículo. Al contrario que el resto de los que había ido tanteando, su perfil mostraba detalles acerca de sus gustos y costumbres en la vida, interés por los viajes y la cultura, preferencias literarias y divagaciones sobre la vida que le envolvían en un sutil halo de misterio. A ver, que estaba para comérselo igualmente y no pensaba casarme con él, pero un revolcón con clase se disfruta mucho más. 

A los cinco minutos de darle mi like tenía el suyo. No sé si sería el destino o que andaba de caza como yo, pero el caso es que no me lo pensé dos veces e inicié una conversación con él. Cada frase que iniciaba yo él tenía el don de completarla con éxito, parecía que me estuviera leyendo la mente. Eso solo resultó en volverme más precavida, ya que en el pasado me había encontrado con muchos tíos que te regalaban el oído y se jactaban de adivinar tus gustos para luego convertirse en repugnantes príncipes (yo soy más de sapos) que solo pensaban en ellos, luego en ellos y por último en ellos y sus colegas. No obstante, por mucho que alcé mis barreras, no tardó en derribarlas una por una.

En un momento, estaba pegada a la pantalla con el cuerpo encendido y vibrante, ansiosa por aquellas palabras que desnudaban mi alma y mi piel. Lo narraba de una forma tan relajada y tan natural que era imposible no dejarse llevar. Por un momento, hasta parecía que mi mano se guiara por control remoto, acariciando mis zonas erógenas de una manera que nunca había imaginado. Ardía empapada en sudor y otros efluvios, deseando atravesar esa pantalla para conocer a aquel glorioso hombre. He de decir que aquello no fue solo unidireccional. Yo también lo di todo e imaginé situaciones que, aunque las hacía habitualmente cuando mantenía relaciones íntimas, jamás pensé que escribiría a un desconocido sintiendo un deseo tan real.

Entonces me sorprendió proponiéndome una cita real, para aquella misma noche. Menuda locura. Había transcurrido menos de una hora desde el inicio de mi aventura en el Tinder y ya estaba corriendo a la ducha para arreglarme y conocer a aquel tipo. 

Una vez di el visto bueno a mi aspecto, llamé a mi mejor amiga, Sonia, y le expuse la situación. Me animó a que disfrutara de la noche y tomó nota del hotel y la habitación que me había dado Alfredo para nuestro encuentro. No hay precaución pequeña según está la cosa hoy en día. Preparé mi jeringuilla con el tranquilizante y la escondí en el bolsillo oculto de mi vestido, por si el asunto se ponía realmente feo, aunque intuía que no sería así. 

Llegué al hall del hotel diez minutos antes de la cita, con mi vestido rojo diablo y las pinturas de batalla en mi rostro. Me acerqué a la barra del hotel para hacer tiempo, pero antes de poder pedir nada sentí una presencia detrás de mí que me llamó por mi nombre.

—Estás increíble, Silvia. Soy Alfredo85, pero puedes llamarme Al si quieres.

Era imposible. Su voz también resultaba terriblemente sexy. Mira que yo no me dejo impresionar fácilmente, pero aquel tipo no parecía humano. Si en la cama se mostraba a la misma altura aquella noche prometía ser memorable.

Me recoloqué disimuladamente el escote para lucir más mis encantos y le cogí de la mano directamente para dirigirnos al ascensor. Capté una imagen mental en la que Al lo bloqueaba, me cogía entre sus fuertes brazos allí mismo y me empotraba salvajemente mientras mis dientes mordían su mano con cada acometida… pero nada de eso ocurrió. Sí que se me acercó para susurrarme algo al oído, pero no era lo que esperaba escuchar.

—Quiero que esto sea algo especial… es mi primera vez…

Le miré de arriba a abajo y asentí mientras carcajeaba. Definitivamente Al tenía un sentido del humor muy especial. Me siguió las risas y en cuanto llegamos al piso octavo, nuestra planta, se acercó despacio y me besó de tal manera que me puso el vello y otras cosas de punta…

Iba a ser una noche de puro fuego.

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Hasta el momento parecía ir todo bien. Había dedicado mucho tiempo y trabajo a preparar aquella cita y de lo que no me cabía duda era de que mi elección había sido perfecta. Silvia era una mujer divertida y sexy, atrevida pero precavida y muy, muy hermosa a mi parecer. Esperaba impresionarla con lo que vendría a continuación, llegaba la hora de la verdad. Abrí la puerta con la tarjeta de la habitación e invité a Silvia a pasar. Sin darme la espalda, aceptó la invitación gustosa, lanzándome una mirada que prometía emociones fuertes. Cuando entró al salón de la suite, comenzó a sonar su canción favorita, Lady in Red y por unos instantes se quedó helada. Para quitarle el frío, la tomé entre mis brazos y bailé un poco con ella, tal cual me habían enseñado, meciéndonos en un movimiento acompasado al son de la letra que impulsaba a sus labios hacia los míos. La llevé danzando hacia la cama mientras iba bajando ligeramente la cremallera de su vestido. La cosa debía ir bien porque no puso ningún reparo. Debajo del vestido tenía algo con lo que no había contado, un sujetador con corchetes. Analicé rápidamente la técnica para abrirlo pero temía resultar demasiado torpe y romper la magia. Aquello no podía suceder, así que mientras mis labios recorrían sus hombros y dibujaba su espalda con la yema de mis dedos, opté por la vía salvaje y desgarré con mis dientes la tira del sujetador. Noté como se estremecía ante mi salvaje gesto… parecía que había salvado aquello. Ella no se quedó quieta y recorrió mi envoltura con una mezcla de dulzura y frenesí que resultaba muy placentera. Mi instrumento comenzó a crecer hasta tener el tamaño esperado y la mirada ojiplática de Silvia parecía indicar que aquello cubría sin duda sus mejores expectativas. Estaba próxima nuestra fusión, su sexo húmedo e hinchado así parecía indicarlo, pero cuando me disponía a devorarlo tal y como correspondía, me detuvo…

—Espera, espera, llevas protección, ¿no?


Protección. Qué narices era protección. Por supuesto le dije que sí y le pedí que me esperara mientras me iba corriendo al baño. Ahí busqué en google sexo y protección. Tras revisar los resultados, me hice a la idea que lo de la protección se refería a un objeto llamado condón, una especie de globito feo que se ponía de alguna manera en el pene con el fin de tener sexo seguro. Mierda, no llevaba ningún globito de esos. Busqué en el neceser que incluía el hotel pero nada. Los hoteles no querían clientes seguros. Así que volví a la cama y le pregunté a Silvia si ella tenía, ya que, mentí, me había dejado los míos en el coche. Rebuscó en su bolso y me entregó una caja. Volví al baño y cogí uno. Parecía que con eso sería suficiente. Lo abrí pero no encontré instrucciones de hacia qué lado ponerse. Me lo llevé a la boca y lo inflé, como había visto hacer al señor de los globos en el Retiro, pero con aire aquello era imposible de colocar. Aproveché el desperdicio para hacer un perrito con el globo creado, ya que era muy manitas, y saqué otro para intentar tener más suerte. Oí a Silvia llamarme, impaciente. Lo que menos deseaba era hacerla esperar. Miré un par de vídeos en youtube y por fin conseguí introducir mi miembro dentro de aquella cosa. 

Volví al dormitorio, donde Silvia me lanzó una mirada de desaprobación.

—¿No se dejaba poner?

—Ya te dije que soy virgen, es mi primera vez.

—Claro, claro. Anda, ven aquí.

Los vídeos que había visto me ayudaron bastante a la hora de practicar el acto. Silvia no paraba de gemir y gritar mientras le susurraba poemas a la par que hacía la cama rebotar contra la pared. Sentía un ligero cosquilleo ahí abajo, que supuse que era lo que tenía tanta fama. Miré hacia el nexo de unión de nuestros cuerpos y acerté a ver cómo el condón estaba empapado totalmente por fuera. Yo seguía con mi ritmo, sin tener muy claro cuándo debía parar. Había películas de hora y media y otras más cortas, pero no tenía la certeza del momento adecuado de finalización de la unión. Habían transcurrido un par de horas y Silvia me miraba ya implorándome piedad. Sin embargo, lo que sus ojos me imploraban su cuerpo lo rechazaba y me asía aún más fuerte con las rodillas, como si fuera una pinza. 

—Dámelo todo, me dijo. Quiere verte tal cual eres.

Tras aquella noche triunfal, no podía sino complacerla. Abrí la cara y el pecho de mi cubierta y salí de aquel cuerpo prestado con mis doce brazos. Su primera impresión fue mirarme con horror, así que intenté que me comprendiera.

—Silvia, creo que te quiero.

—Haz el favor de volver ahí dentro, Al, yo no he visto nada…

El amanecer nos encontró entrelazados, ella con una sonrisa en el rostro que no se pudo quitar jamás. Descubrí que lo llamaban rigor mortis o algo así…

Abrí el armario, me puse mi disfraz de jirafa y esperé pacientemente al tercer destello para desmaterializarme.
















  • Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2019 para el objetivo 13- Escribe un relato erótico
  • Objetos ocultos: nº2 Disfraz de jirafa y nº3 jeringuilla
  • Milpalabrista: 2019 palabras XD
  • Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras, @stiby2 y @musajue:

    http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html

    o en

    http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html
  • Aquí dejo la pegatina:
  • El cuento prohibido - Microrrelato de febrero del #Origireto2019 de @musajue y @stiby2


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    Este microrrelato está inspirado en el relato de Katty de este mes de febrero, que podéis leer aquí

    http://plumakatty.blogspot.com/2019/01/microrrelatos-y-pegatinas-origireto2019.html

    También contiene trazas de inspiración de mi relato del mes pasado, Elvia, que a su vez contenía trazas del microrrelato de Stiby de enero que puedes leer aquí y a su vez del maravilloso relato de Esther Evans de 2018 llamado El engranaje defectuoso, que puedes leer aquí. Leer todos es la única forma de enterarte de todo lo que comprimo aquí y de resarcirte de los dos minutos que le vas a dedicar a la lectura de mi micro, jeje.

    El cuento prohibido (por Kalen Shadowsword)

    Aquí, ante la tumba de mi hija, recuerdo  entre lágrimas cuando veníamos al cementerio a ver a su padre y me pedía entre susurros que le contara un cuento. Le rogaba muy seria que usara la mímica para evitar a los Oídos, pues contar cuentos se consideraba delito grave. Aguardábamos al anochecer y nos arrebujábamos en el punto ciego junto al nicho.

    — ¡Cuéntame la de Boé y la niña! — imploraba.

    Yo le narraba las aventuras de la valiente niña que osó enfrentarse al poder establecido para salvar a una criatura procedente de otros mundos, logrando con su perseverancia lo imposible.

    — Boé volvió a Terra, ¿verdad? — interrumpía siempre Lunia, deseando llegar al meollo de la historia.

    — Sí, cariño, y conoció al gran Fénix y de la unión de sus lágrimas surgieron los primeros selenitas.

    — Como nuestro secreto, ¿verdad mami? — decía, rozándose las cicatrices de los omoplatos.

    — Como nuestro secreto, mi ángel.

    — Echo de menos a papá.

    Me tumbo y decido no despertar...


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    Este microrrelato forma parte del #Origireto2019 que organizan @musajue y @stiby2.

    Cumple el siguiente objetivo:

    9) Utiliza un cementerio como escenario para un relato.

    Y tiene el siguiente objeto:

    20) Un ángel

    Caracteres: 999 ^_^'