Bosque...

Bosque...

martes, 30 de abril de 2019

La fuga del carnero (microrrelato de abril para el #OrigiReto2019)

La fuga del carnero

La noche es nuestro territorio. Nadie ha conseguido jamás fugarse de nuestra fiesta del carnero. Él busca desesperadamente zonas de luz, lugares donde hay gente reunida y les alerta, nos señala, pero le toman por loco. Solo él puede vernos. Para nosotras, las señoras de la noche, no es más que un juego. Le habíamos insuflado algo de esperanza al dejarle creer que había seducido a Helen para que le diera la llave de la celda y ayudándole sin su conocimiento a eludir cada una de las trampas que habíamos situado estratégicamente en diversos lugares de la mansión, permitiéndole imaginar que su éxito había sido debido a su ingenio. Nada parecido. Cada vez que nuestro trofeo gira una esquina allí estamos, ante él, alimentándonos de su pavor... Llega el momento del festín, le rodeamos, pero aparece una invitada inesperada. Mierda, es un peligro para nosotras. Nos evaporamos mientras les vemos acercarse al Hospital Princeton-Plainsboro. Esperemos que nuestro querido Doc. le detecte el lupus...

*** Este microrrelato está inspirado en el relato de abril de @Stiby2, "La enfermera imposible", que podéis leer aquí, lo recomiendo totalmente: 
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2019/04/relato-origireto2019-la-enferma.html#more

Aquí la pegatina:




*****************************************************************************************************************





  • Este microrrelato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2019.
  • Objetivo: 5 Escribe sobre una fuga
  • Objeto oculto: nº30 Una llave
  • Caracteres: 1000 (ahí hilando fino...)
  • Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras, @stiby2 y @musajue:

    http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html

    o en

    http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html
  • Una amistad eterna (relato de abril para el #OrigiReto2019)


    Una amistad eterna

    —¡Rápido! ¡Por aquí! ¡Te juro que he visto uno!
    —Eso es imposible Sandy, hace mucho que acabaron con ellos, gracias a dios.
    —¡Te digo que lo he visto! ¡Vamos!
    Sandra cogió el palo de pinchos y corrió hacia el riachuelo. A mí me costaba seguirla y no estaba de humor para juegos de niños. Sin embargo, si de algo estaba seguro era de que no había ningún peligro próximo. Hacía ya más de dos años que el ejército había acabado con la plaga de zombis y hacía meses que no se escuchaba en la radio ningún rumor sobre avistamientos. No se habían dado más casos de ataques y lo cierto es que, quitando la pérdida de seres queridos y el retroceso tecnológico que había supuesto la debacle tras perder al sesenta por ciento de la población mundial, ahora no se vivía tan mal. Todo el mundo cuchicheaba y en los programas más sensacionalistas aseguraban que el ejército seguía haciendo pruebas y maniobras con zombis para operaciones tácticas y estratégicas de alto secreto, pero aquellos rumores parecían estar más cercanos a un guionista hollywoodiense que a una realidad plausible.
    —¡Espabila, atontao! —El cariñoso improperio de Sandy vino acompañado del impacto de una pequeña rama en mi cabeza. Resultaba increíble la puntería que tenía la pequeña.
    —Yo paso—le contesté, dándome la vuelta. —Sigue tú, nos vemos a la hora de comer, pero ve con cuidado no te vayas a caer.
    —¡Eres un cagao! Lo encontraré y le haré unas fotos para que me creas.
    Cogí mi bicicleta y me dirigí hacia nuestra casa, dejando a Sandy con sus juegos imaginarios de zombis, dragones y minotauros. Mi hermanita tenía una fantasía desbordante y siempre estaba con estas cosas. Lo mismo te traía a casa una lagartija, diciendo que era la cría recién nacida que le había regalado un dragón amigo suyo, que me acercaba un montón de bobinas de hilo y me llevaba al patio donde había improvisado un pequeño laberinto. Yo agradecía todos esos juegos, ya que no teníamos vecinos a kilómetros a la redonda y con las restricciones horarias de suministro eléctrico no había gran cosa que hacer durante el día. Alternábamos los días de búsqueda de víveres con los de juego y lectura, para recordarnos que, aunque comer era importante, no debíamos de olvidar que seguíamos siendo unos críos. 
    La guerra contra los zombis había sido brutal, devastadora. Cada uno de nosotros tuvo que luchar por su subsistencia y desarrollar el ingenio.  Recuerdo la primera vez que llegaron al pueblo. Habíamos escuchado las noticias sobre la extraña plaga en la gran ciudad y lo habíamos asociado a esas modas absurdas de drogas de diseño que tanto daño hacían a los jóvenes. Nada más lejos de la realidad. El día que el primer zombi llegó al pueblo estábamos sentados junto a un banco, con nuestros litros y nuestros móviles, viendo los vídeos de Youtube que subía el Tuercas, un colega que iba de Youtuber cañero y molón, pero que, como me había contado su hermano Dani, dedicaba las tardes a crearse cientos de cuentas falsas para darse likes a sí mismo. Subía vídeos conduciendo de forma temeraria y jugando al Fortnite. Nos encantaba verlos porque se flipaba muchísimo y nos echábamos unas risas viendo como siempre terminaba enfadándose y golpeando el monitor con una lata de cerveza en la mano, poniéndose perdido. Pero me voy por las ramas… decía que estábamos ahí, en el banco, ensimismados en nuestras movidas cuando vimos acercarse a un tipo, renqueando y con aspecto desaliñado. Lo primero que pensé fue que era un yonqui buscando algo para colocarse, pero había algo en su manera de moverse que no me daba muy buena espina. 
    Al notarme inquieto, Dani, el hermano del Tuercas, se fijó en aquel tipo estrafalario y le invitó a alejarse, a su manera:
    —Escucha, Yonkimierda, lárgate ahora mismo si no quieres que te meta la botella de ron por el culo.
    El tipo ni se inmuto y continuó acercándose a nosotros. Parecía respirar con dificultad y hacía unos ruidos muy extraños. Aquello me daba muy mal rollo, así que les solté a mis colegas un rollo de que tenía que recoger a mi hermanita y me piré corriendo hacia casa.
    Cuando llegué allí, Sandy me esperaba, asustada y con la voz temblorosa.
    —¿Has escuchado la radio? Esto es una pesadilla, nadie sabe lo que pasa.
    —Tranquila, hermanita, ¿a qué te refieres?
    —Por todas partes, Miguel, está pasando por todas partes. Gente volviéndose loca y atacando a otra gente. Dicen que se trata de una nueva droga de diseño muy potente y peligrosa, pero creo que nos ocultan la verdad. Por fin ha llegado, Miguel. Esto es como en la peli de Brad Pitt. Un apocalipsis zombi. No quiero morir, joder.
    —¿Te estás oyendo? No puede ser, tranquila, será una broma de esas de la tele, como cuando Orson Welles narró “La guerra de los mundos”.
    Encendí la televisión y estaba puesto el canal local. Habían interrumpido el western para conectar con la plaza grande. Era el lugar donde había estado hacía unos minutos con mis colegas. La escena que se podía contemplar era dantesca. Habían establecido un cordón policial alrededor de nuestro banco. En el suelo, tapados casi totalmente con lonas, se podían contar tres cuerpos. Reconocí las Reebok Pump de Dani. ¡Mierda! ¡Qué coño había pasado! La periodista indicaba que había habido un grave incidente con el resultado de tres personas muertas, una de ellas abatida por dos agentes de la guardia civil que, casualmente, pasaban por el lugar cuando acaecían los hechos. Los otros dos cadáveres eran de dos jóvenes, mujer y hombre de unos 20 años de edad, con fuertes desgarros en el cuello y marcas de mordeduras que habían resultado fatales.
    —¡Joder, ha sido el puto yonki, Sandy! ¡Seguro que se había tomado la droga nueva esa que vuelve loca a la gente! Los zombis no existen, no seas boba. Seguro que todo tiene una explica…
    Me quedé petrificado al observar que las lonas que cubrían los cuerpos de mis amigos se movían y Dani y Gema se levantaban, no sin dificultad. Al momento acudieron los facultativos para prestarles ayuda y ver cómo se encontraban, pero mis amigos se abalanzaron sobre ellos y justo en ese momento se perdió la señal. Busque el resto de canales urgentemente, pero en todos se había instaurado la carta de ajuste. Algo gordo pasaba y no solo en Valdeolmos. 


    Pasados unos minutos volvió la señal, pero para nuestra preocupación quien apareció en pantalla fue nuestro rey, con el rostro compungido. Habló de tiempos difíciles, de unión entre países y de que superaríamos esta crisis con mucho esfuerzo y sacrificio. En definitiva, que íbamos a morir…
    Perdí a casi todos mis amigos, a mis padres, a mis tíos y a mi novia. Solo quedamos Sandy y yo. Nos refugiamos en la finca de mis tíos a las afueras de la ciudad y construimos un bunker para situaciones de emergencia. Afortunadamente, solo tuvimos que usarlo un par de veces, aunque la segunda vez estuvimos allí tres días. Apenas podíamos aguantar los nervios cada vez que sentíamos que los zombis arañaban la puerta con sus uñas.
    El plan de contingencia de la ONU funcionó, más o menos. Hubo rumores de que los gobiernos de algunos países habían usado la excusa zombi para cometer un genocidio y que el número de víctimas por contagio o mordedura no había sido tan elevado.
    Pero de aquello ya no quedaba nada, salvo una sociedad en reconstrucción cuya tecnología había retrocedido décadas y un cambio de pensamiento y de prioridades por parte de los supervivientes como yo, que apreciábamos ahora con la máxima intensidad cada momento de vida y la importancia de vivirla con los tuyos día a día, cara a cara, abrazo a abrazo, por encima de Ipads, teléfonos y mensajes al viento.
    ¡Joder! Ahora me sentía culpable por no acompañar a mi hermanita a su aventura. Me di la vuelta y tomé la senda del riachuelo a toda prisa. Obviamente no íbamos a encontrar a ningún zombi, pero estaríamos juntos y nos echaríamos unas risas recordando viejos tiempos. 
    Encontré fácilmente el rastro de Sandy, ya que iba arrastrando el palo de pinchos sobre la arena al menos una vez cada quince metros, según habíamos acordado en la era zombi. Me adentré un poco más en el bosque hasta que la encontré tumbada, muy quieta, en un claro. A su lado había otra persona, también tumbada. Me temí lo peor. Sin pensar en las consecuencias, tiré la bicicleta y me acerqué corriendo a ella medio gritando medio llorando. La había perdido. Su acompañante se levantó como un resorte y giró la cabeza en mi dirección. No cabía duda. Era un maldito zombi. Busqué con la mirada el palo de pinchos y vi que estaba a un par de metros de ellos. Si era lo suficientemente rápido, quizá tuviera una oportunidad. Pero, ¿de verdad quería tenerla? No solo me sentía terriblemente culpable por no haber creído a mi hermana y haberla dejado sola, sino que no creía ser capaz de soportar un solo minuto más en este absurdo mundo. 
    Al momento vi a Sandy levantarse y sentí que estaba todo perdido. Ya no se trataba de enfrentarme a un puto zombi. Tenía que lidiar con dos y uno de ellos había sido mi hermana. Sería incapaz de hacerle daño, incluso en su estado. Me llené de rabia y decidí que, acabaría como zombi, pero me llevaría a aquel desgraciado por delante antes de unirme a mi hermana como cazador de cerebros.
    —¡Quieto! ¿Qué te crees que haces, merluzo? Deja a mi amigo en paz.
    Era la voz de Sandy. Joder, su voz. Los zombis no hablan, ¿no? No, no hablan. ¿Estaba viva entonces o yo alucinaba?
    —A ver, cagao, que estoy viva. Sé cuidarme sola, hermanito. Te dije que había visto un zombi y no me creíste, ¿eh? Te presento a mi amigo Manso. Manso, este es mi hermano Miguel. Por favor, no le hagas daño.
    El zombi emitió un gruñido y se sentó.
    Aquello era insólito. No entendía nada.
    —¿Qué… qué le has hecho? ¿Por qué no te ha comido?
    —Es un zombi vegano. El gobierno daba por hecho que solo por el hecho de ser zombis ya son seres crueles que tienen obsesión por devorarnos, pero no es así. Solo le di una oportunidad. 
    —Estás loca…
    —Anda, Miguel, ¿podemos quedárnoslo? Es inofensivo. Vamos, Manso, ¡muéstrale lo que te he enseñado!
    El zombi se incorporó despacio y me hizo una horrible mueca que en su fuero interno seguro que tenía voluntad de bonita sonrisa. A continuación, juntó sus manos haciendo la forma del corazón. 
    Aquello me descolocó por completo. Tanto como para terminar accediendo a que se viniera a vivir con nosotros. 
    Esa noche, cenamos juntos y felices una deliciosa crema de puerros y brócoli y unos champiñones.
    Era asombroso verle tragar. Un zombi vegano. Manda cojones. Abracé a Sandy y estreché la fría mano del zombi. Fue mi forma de darle la bienvenida. 
    Aquella noche me costó conciliar el sueño, pensando en la manera de ocultar a Manso de la sociedad. Estaba convencido de que si lo encontraban se lo llevarían para experimentar con él.
    Desperté por la mañana, muy muy cansado. Me picaba mucho el cuello y fui a mirarme al espejo, pero no noté nada raro.  Tenía mucha hambre. Intenté llamar a Sandy pero no me salía la voz. Me asomé a su habitación y la vi tumbada en la cama, profundamente dormida, no parecía ni respirar. En el suelo, Manso me miraba con su mejor sonrisa. 
    Escuché un timbre de bicicleta y me sobresalté. ¡El panadero había llegado! Sentía un hambre terrible. Me acerqué al panadero y me ofreció la bolsa de pan habitual. No sé qué ocurrió a partir de ahí, pero el pan acabó en el suelo y el cerebro del panadero en nuestra mesa de desayuno.
    Y es que, mis queridos amigos, vegano o no, un zombi es un zombi. Como yo lo soy ahora.


    *****************************************************************************************************************




  • Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2019.
  • Objetivo: 2. Crea un relato en el que aparezcan zombis,¡.
  • Objetos ocultos: nº19 Una botella de rón y nº35 una bicicleta
  • Milpalabrista: 2015 palabras 
  • Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras, @stiby2 y @musajue:

    http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html

    o en

    http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html