Aquí os dejo mi último relato del maravilloso #OrigiReto2019, el reto de escritura de Katty y Stiby. Como siempre, recordad que los comentarios salvan vidas y desgravan.
-->
La última nochevieja
Vuelvo de la fiesta a mitad de la noche cuando le
veo. Va caminando por la acera de enfrente, medio tambaleándose, pero sonriente
y feliz, meneando su frondosa melena. Nos cruzamos la mirada por un instante y
me parece verle guiñarme un ojo. Sonrío en una mezcla de cortesía y miedo y
aparto la mirada rápidamente. La avenida está bien iluminada, pero todavía
queda un largo trecho hasta llegar a casa. Inquieta, palpo el bolso para
encontrar la tranquilidad del teléfono móvil. Afortunadamente, allí está.
Respira, Silvia, respira. Acelero el paso e ignoro las voces de los borrachos
que me voy encontrando. Aquellos seres son más bien una plaga de babosas, mentes
enfermas con una única neurona situada en el pequeño bulto de sus pantalones,
que se creen que fin de año significa tarifa plana de obscenidades y magreos,
en el mejor de los casos. Asqueroso. El chico sonriente continúa su camino por
la acera de enfrente, no quiero mirarle, pero le siento. No sé si es
casualidad, afán por acompañarme o si se trata de alguien peligroso, pero ya
veo a lo lejos la puerta del bloque y eso me tranquiliza ligeramente. Estoy
harta de sentir miedo cada vez que vuelvo sola por la noche. Percibo como el
chico se para un segundo y se recoge la coleta. Me detengo a su vez y me coloco
el cinturón. El regalo de Al, un pequeño respiro para comprobar que todo está
bien. En caso de necesidad, puede ser una buena solución de escape… Lo que
tengo claro es que no pienso ser presa fácil. Saco el teléfono móvil para hacer
como que hablo, eso me dará unos metros de margen, pero está sin batería.
Disimula, Silvia. Al fondo veo un grupo de chicos bebiendo junto a un banco y
ocupando mi acera. Tengo dos opciones, continuar mi camino y pasar entre los
chicos o cambiarme de acera y enfrentarme a mi señor sonriente. Darme la vuelta
no es una opción, todavía siento las miradas a mi espalda de los lobos
indecisos. Ciento cincuenta metros hasta casa, creo que será más fácil deshacerme
de uno que de cinco, así que me la juego con el borracho de la alegre sonrisa.
Es un hombre fuerte, pero en su estado creo que es mi mejor opción. Ensayo
mentalmente mis soluciones de emergencia. Si la cosa se pone fea, pisotón,
rodillazo y a correr. Suficiente ventaja para llegar al portal. Si me acorrala,
a tirar de cinturón y que sea lo que dios quiera.
Cruzo la calle y parece que a los chicos les
sienta mal. Silban y hacen ademán de ir a por mí. Pánico, soluciones de
emergencia. Mierda. Agito los brazos y saludo a mi mejor opción mientras
aceleró el paso hacia él. Los chicos le miran, le estudian y deciden que, al
fin y al cabo, no merezco la pena como trofeo. Quizá las hienas no quieren
alterar al león, no sé, pero es demasiado tarde para echarse atrás.
Cuando llego hasta él le observo detenidamente. Es
un chico fuerte y guapo y lo cierto es que no huele en absoluto a alcohol. No
tengo claro si eso me tranquiliza o me inquieta aún más, pero sé que necesito
avanzar al menos otros cincuenta metros para reducir la amenaza de siete a uno.
Le hago un gesto invitándole a caminar junto a mí y amplía su sonrisa sin decir
nada. Lo cierto es que su silencio resulta un tanto estremecedor y no tengo
nada claro si he elegido bien.
Mientras caminamos le observo de reojo. Parece
inmensamente feliz, irradia paz y los ojos le brillan. Se nota que disfruta del
paseo y de la noche. Quizá mi impresión haya sido precipitada, pero no pienso
relajarme. Pasamos por delante de mi portal y continúo unos metros, hasta mi
distancia de seguridad. Meto las manos en el bolsillo del abrigo y aferro las
llaves. Es el momento: si todo va bien, genial y si va mal, pisotón, rodillazo,
carrera llave en mano, abrir el portal y cerrar mientras don perfecto retoma el
resuello.
Le agradezco su silenciosa compañía y le indico
que, con los nervios, me he pasado de puerta.
Por primera vez, tuerce el gesto y se interpone entre
mi destino y yo. Resoplo y descargo mi tacón sobre la punta de sus zapatillas. Le
oigo gritar y siento como me agarra con sus brazos como si fueran tenazas y me
acerca hacia él. Sin dudar, descargo mis huesudas rodillas sobre sus testículos
con todas las energías que me quedan. Veo como su cuerpo se dobla y le falta
el resuello. En medio segundo estoy descalza y corriendo hacia mi portal llave
en mano. Le miro a mitad de camino, parece que ha funcionado. Saco la llave y
la introduzco en la cerradura. Entra, pero no gira. La saco ligeramente y la
vuelvo a meter por si está atascada, pero nada. No gira. Miro el llavero y veo
que, aunque es la forma de mi llave, no es mi llave. Esta es roja y tiene una
esvástica blanca pintada sobre ella. Cuando me quiero dar cuenta, el gigante
está encima de mí. No hay salida. Cierro los ojos y pienso en Al y en todo lo
que he vivido. Abandono el miedo y miro al infierno a la cara, mientras con mi
única mano libre acciono el cinturón desmaterializador.
Vuelvo de la fiesta a mitad de la noche cuando la
veo. Va caminando por la acera de enfrente, tambaleándose, pero feliz, aunque
sé que me observa de reojo. Nos cruzamos la mirada por un instante y noto como
me sonríe tímidamente y aparta la mirada. Imagino que toma sus precauciones, es
una lástima que las mujeres no puedan caminar por la calle tranquilamente. Es
muy atractiva, aunque intenta disimularlo con su abrigo largo y su pelo
recogido. La avenida está bien iluminada, pero todavía queda un trecho hasta
llegar a casa. Espero tener la oportunidad de hablar con ella y conocerla
mejor. Veo como saca su teléfono móvil del bolso y hace como que habla, aunque
el teléfono no se ha iluminado ni le he visto marcar ningún número. Creo que lo
hace para sentirse más segura.
La chica guapa continúa su camino por la acera de
enfrente. No necesito mirarla, la siento. Decido caminar a su mismo ritmo, pero
por mi lado de la acera, para ser su vigilante mientras disfruto de la placidez
de los primeros momentos del año. No sé si es casualidad o destino, pero no
pienso dejarla desamparada con todos esos apestosos borrachos. Veo como le
dicen obscenidades, se tocan y babean desde mi lado de la acera como si no
hubieran visto una mujer en su vida. Es asqueroso, pero no quiero meterme en
peleas innecesarias. Además, parece que ella tiene sus recursos.
Me acerco a un grupo de chavales en avanzado
estado de embriaguez. Los chavales la miran mientras hace como que habla por el
móvil y murmuran entre ellos. Siento la preocupación en la cara de la muchacha.
Me recojo la coleta y decido entrar en acción. La
saludo, mientras empiezo a cruzar la calle en dirección a ella.
Parece que ella también se ha dado cuenta, porque
veo como se detiene y me hace un gesto de saludo. Aprovecho un instante en el
que ella se detiene a mirar el móvil —imagino que a intentar encenderlo o
mandar un mensaje— para mirar si le siguen y hacerles un gesto yo,
levantándome sutilmente el jersey y mostrándoles mi insignia y mi cuchillo. Parece
que eso les templa y les hace cambiar de opinión.
Cuando llego hasta ella le sonrío y le saludo sin
llegar a pegarme a ella. No quiero que se sienta incómoda y quiero que sienta
que soy su aliado, no su enemigo. Me devuelve la sonrisa, aliviada y siento
como si el cielo se abriera de golpe y se llenara de miles de deseos en forma
de estrellas fugaces. Le hago un gesto y le invito a caminar junto a mí. Su
silencio resulta un tanto perturbador, pero su tímida sonrisa promete un cheque
en blanco de emociones y sensaciones que quiero descubrir junto a ella.
Continuamos caminando unos metros hasta que se
detiene y me dice que se ha pasado de portal. Giro la cabeza y veo que su puerta
está a unos diez metros. Me gusta esta chica, tan precavida e inteligente.
Aunque finge estar mareada, en realidad no huele en absoluto a alcohol. En
realidad, huele maravillosamente.
Decido que ya es el momento de que nos conozcamos
mejor y me interpongo entre ella y la que presumo que es su casa. Estoy seguro
de que le gusto y nos merecemos terminar esta noche como dios manda, sudando y
disfrutando. Noto cómo se echa mano al bolsillo del abrigo, buscando sus
llaves. ¿De verdad cree que me va a dejar aquí, así, después de esa sonrisa?
Tuerzo el gesto y extiendo mis brazos para
abrazarla, pero siento un agudo dolor en mi pie al notar como su tacón se clava
violentamente. Sorprendido, intento agarrarla pero inmediatamente percibo un brutal dolor en mi entrepierna. La hija de puta me ha dado un rodillazo
en los huevos. Me quedo sin respiración por unos instantes y la veo alejarse
corriendo en dirección al portal.
Igual se cree que tras extenderme ese cheque sin
fondos se va a ir de rositas. Sonrío para mis adentros mientras aferro el juego
de llaves que le he cambiado mientras forcejeábamos. Me mira con terror, pero
no ha de temer nada, la perdono. Solo quiero devorar ese delicioso cuerpo y que
sea mía para siempre.
Cuando siento mi carne junto a la suya, separados
tan solo por nuestros ropajes, noto de repente una sensación rara, como si el
tiempo se detuviera. Observo a mi alrededor y veo como las calles se agrietan,
los muros se separan y la gente aterrorizada ve volar sus trozos de carne en
cachitos. Todo termina con un fuerte estallido.
*******
Este relato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2019.
Objetivo: 18. Escribe dos versiones de un relato cambiando el género de los personajes, de manera que cambie el significado o relata un hecho que sea la excepción a lo habitual.
Objetos ocultos: Nº5 un cheque sin fondos y Nº18 una plaga de babosas
Milpalabrista: 1668 palabras
Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras, @stiby2 y @musajue:
http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html
o en
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html
¡¡Ya te puedes apuntar al #OrigiReto2020!! Más información aquí: http://plumakatty.blogspot.com/2019/12/origireto-creativo-2020-reto-juego-de.html