Bosque...

Bosque...

viernes, 28 de enero de 2011

El Goblin

Y para los nostálgicos, es decir, para mí mismo un cuento que escribí hace unos años, "El Goblin", narrado en el antiguo programa de M80 Radio "Cuento Contigo", por la dulce voz de Alicia Sánchez.

 
También por escrito, por supuesto...

El Goblin - Raúl Doblas Prades
Me sentía fatal. Me sentía fatal por no tener un nombre. Me sentía fatal por conocer mi futuro. Por conocer algo que no existía.

Nadie se preocupa por nosotros. Somos feos, desagradables, malvados, estúpidos y cobardes. Aunque somos temibles en el combate, por nuestras tácticas irracionales y suicidas. Yo no soy diferente de los demás, ni más listo ni mejor, odio la bondad tanto como ellos y soy un fanático del caos... pero algo controla mi débil mente. ¡Maldita sea lo que me permitió ver el futuro! Mis torpes y vagas ideas se ven transformadas en frases comunes. Es difícil de soportar, pero debo hacerlo en solitario. De todas formas, la respuesta más probable a mi relato sería un eructo o el lanzamiento de un hacha...

En la última semana habíamos estado muy activos. El comandante humano que controlaba nuestras hordas nos había dado permiso para que nos divirtiéramos, y habíamos arrasado decenas de aldeas. Disfrutábamos destrozando las frágiles chozas de barro y paja, violando a las repulsivas mujeres humanas para satisfacernos con sus ahogados gemidos de desesperación y quemando vivos a aquellos que osaban hacernos frente con sus azadas y rastrillos. Esos eran nuestros momentos de gloria, cuando sentíamos el respeto que impone el terror...



El día que nos encomendaron aquella cacería el viento soplaba del Norte. Por lo general, esto significaba que sufriríamos un intenso frío. Nos enfundamos nuestras apestosas pieles y marchamos a la caza de los confiados viajeros. Un ruidoso grupo formado por treinta goblins aullábamos sedientos de sangre. Nadie nos pediría que trajésemos a las víctimas vivas. Hubiera sido en vano. Las hachas, que aún goteaban el caliente caldo rojizo de la última carnicería, centelleaban con las primeras luces del alba. Para cuando llegamos al lugar donde debíamos aguardar a los futuros cadáveres, éramos tan sólo veintiocho goblins. Dos de ellos habían muerto en una absurda riña acerca de quién segaría el primer brazo. Su demostración de habilidades resultó poco... convincente.

Por fin aparecieron los tres viajeros, dos humanos y una humana. Ellos sí tenían nombres. Ellos sí tenían un pasado y un futuro. Aunque este último parecía ser el filo de nuestras hachas... Tras un estridente berrido, nos abalanzamos sin ningún orden ni estrategia, convencidos de nuestra victoria. Cuatro goblins acometieron sobre la mujer, que ágilmente se agarró a la gruesa rama de un árbol y derribo a dos de ellos con un doble puntapié. Cuando uno de los dos restantes se disponía a ensartarle el hacha en la espalda, el humano que se encontraba junto a ella sacó su reluciente espada y segó el brazo ejecutor del goblin, que cayó dolorido. El cuarto atacante aprovechó para decapitar a su incapacitado compañero, del cual envidiaba sus enormes botas de piel de serpiente. Satisfecho con su botín, se internó en la espesura, huyendo del combate. En aquel momento, todos los goblins restantes, unos quince, después de la excitación de los primeros momentos (nosotros los goblins no hacemos miramientos a la hora de matar), arremetimos contra los humanos, que se cubrían las espaldas con un gigantesco árbol. El humano al que llamaban Sario se batía de forma espléndida. Con una increíble agilidad y destreza, manejaba su pesada espada hiriendo e inutilizando a cuanto goblin intentaba atacarle. El par de hachas que pasaron junto a su cabeza para acabar perforando el tronco del árbol no le hicieron modificar un ápice su táctica de no matarnos, sino inutilizarnos. Quizá ignoraba que un goblin inutilizado era un goblin muerto, pero... ¡esas deducciones están más allá de mis capacidades! ¡Odio profundamente a quien me concedió este maldito don! La mujer, llamada Irina, parecía danzar mientras manejaba diestramente el cuchillo con la mano izquierda, efectuando constantes fintas para evitar las torpes acometidas de mis compañeros. Sorprendentemente, en pocos minutos ya sólo quedábamos cinco goblins en pie, los goblins que, inmovilizados ante la mirada de aquel tercer personaje, habíamos contemplado atónitos la derrota de nuestros compañeros. Ya no teníamos nada que hacer allí. No comprendíamos. A mí me empezó a doler la cabeza... Y entonces decidimos hacer lo que cualquier goblin hubiera hecho. Escapar corriendo. Yo fui el último en hacerlo, tras cruzar mi mirada con la de cada uno de mis enemigos y sentir algo que me hacía pensar... y odiar, que para un goblin es lo mismo. Pero este odio...



Llegamos al campamento a mediodía, después de haber saqueado a nuestros compañeros moribundos. Éramos ya sólo cuatro, pues uno de nosotros había sufrido un desgraciado accidente... al chocar su cabeza con un hacha que pasaba por allí...

El comandante pareció satisfecho de nuestro relato. Él era muy inteligente, sabía leer, y además podía visualizar la realidad que nosotros exagerábamos en un intento desesperado por salvar el pellejo. El comandante murmuró algo acerca de que todo marchaba según lo previsto y con una gran sonrisa nos felicitó y se retiró a su tienda.

El comandante humano también tenía un nombre. Ellos tienen. Nosotros no. Esa es la diferencia.

A la caída de la tarde, a los cuatro supervivientes nos prepararon un delicioso festín por el éxito de nuestra misión. Jamás he comido mejor. Y aquella noche... aquella noche soñé. Soñé que tenía un nombre, que no era un mero comparsa de una gran leyenda. Soñé con hacer algo importante. Soñé que degollaba al comandante y su sangre inundaba mi rostro mientras me sumergía en sus entrañas. Porque, al fin y al cabo, soy un goblin. Porque, al fin y al cabo, fuimos ejecutados al amanecer...

3 comentarios:

  1. Hola

    Recuerdo haber oído este cuento en M-80. ¿Cuándo te lo leyó Alicia?

    Un saludo.

    Juan.

    ResponderEliminar
  2. Debo tener la fecha en la cinta, la buscaré entre los trastos y en unos días te lo digo...

    ResponderEliminar
  3. Fue el 20 de Septiembre de 1998... qué recuerdos...

    ResponderEliminar